miércoles, 29 de agosto de 2012

La grandeza de lo normal.




Esos pequeños grafemas que representan notas en una partitura, que uno a uno dan como resultado obras capaces de emocionar a millones de personas a través de los siglos, y que son como los elementos que nutren la felicidad: bellos, simples, repetidos, y sin embargo formando cada vez una composición distinta por más que la música sea siempre música, como la vida es siempre la vida.

A veces imagino mi historia como uno de esos cubos de Rubik; le doy vueltas y más vueltas, sorteo combinaciones infinitas hasta que por fin, en un instante preciso, los colores convergen en el lugar apropiado. Sin embargo esta es una imagen engañosa, porque no somos nosotros los victoriosos halladores del misterio; es el misterio el que sale al encuentro. La vida produce las convergencias, a nosotros nos basta caminar atentos. Hay una fuente de gracia inagotable que sustenta nuestra pasión en el hecho simple, que no es un simple hecho, de vivir atendiendo a lo que se vive.

Muchas de esas convergencias se producen en el ámbito hogareño. Parece fantasioso, pero en las rutinas diarias cabe una perspectiva consciente que puede transmutar lo ordinario en una suerte de realidad aumentada en absoluto virtual.

Las cosas entonces revelan su carta de naturaleza exclusiva, e irrepetible. Es entonces cuando penetramos de lleno en el corazón del mundo y de la vida.

Hay dos citas de Heráclito que visitan con frecuencia mi memoria: "Nunca metemos el pie dos veces en el mismo río", y "El sol es nuevo cada día".

Advirtamos entonces nuevamente con qué sencillez se describe la realidad absoluta, pues es una verdad irrefutable que con cada parpadeo abrimos la mirada una realidad que ya ha cambiado. 

¿Cómo miraríamos el mundo si fuéramos conscientes de que toda imagen es excepcional e irrepetible? Cada día que salimos de casa, aunque hagamos el mismo recorrido de siempre, pisamos un suelo diferente del que pisamos ayer: cientos o miles de pasos entre los nuestros lo habrán desgastado, las luces de hoy no serán exactas a las de ayer, ni las sombras incidirán sobre los mismos objetos. Las connotaciones de esto son profundas, y en el plano de lo personal podemos encontrar nuevos significados. 

En cada segundo, con cada parpadeo, se nos ofrece la oportunidad de dejar algo atrás y vivir otra cosa diferente. 

Nada es lo mismo nunca. Todo es excepcional siempre.


Mariaje López.

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4 comentarios:

  1. Tu texto invita a la reflexión, pues es muy cierto todo lo que dices. ahí es donde se encuentrar el placer de vivir y de sentirse vivo. Felicidades!

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  2. Gracias Arancha. Lo difícil es permanecer despierto. Yo al menos, sesteo con más frecuencia de la deseada.

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  3. Que reflexión tan estupenda, que se escabulle continuamente con permiso de nuestra pereza vital, porque es más fácil agarrar una piedra que un grano de arena. Después de este post siento que la felicidad solo quiere ser pintada por un artista impresionista.
    Saludos
    Tucho

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  4. Pues ya sabes quién es impresionista, o me lo parece, de mis visitantes. ;-)

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