miércoles, 19 de diciembre de 2012

Un corazón de pizarra




La primera vez que viajé a Lugo, mi destino era Navia de Suarna. Había sido invitada por una pareja de buenos amigos, entonces novios y hoy matrimonio, a una casa de descanso familiar que tienen en la capital de Los Ancares. También venía con nosotros la hermana de ella, Maria José, que fue quien nos había presentado. Fueron unas vacaciones encantadoras, por lo que siempre les estaré agradecida.

Yo atravesaba por una época tormentosa a causa de un empleo desasosegante y una relación sentimental equivocada. Llevaba meses sin querer escuchar a mi corazón, que me pedía cita con insistencia. La confusión en que transcurría mi vida era descomunal.



Al llegar a Navia, la sola vista del río, con sus aguas transparentes y frías deslizándose bajo el Puente medieval da Proba, supuso ya una limpieza desincrustante para mi espíritu maltrecho. Dimos un paseo por las orillas del río Navia, el pueblo, as Veigas… El paisaje, acuoso y bucólico, me invitaba a entrar en intimidad. Una intimidad a la sazón desolada, y necesitada de una buena ingesta de nutrientes anímicos. El aire fresco cargado de aromas vegetales, una sabrosa comida en el mirador de la ribera,  el rumor del agua, y la exquisita calidad de la compañía, hicieron el resto. Me sentí feliz y afortunada.



Por aquél entonces, mi amiga Mariajo había descubierto un libro delicioso, y no dudó regalármelo. Durante el año siguiente, nuestras lecturas fueron simultáneas, ya que se trataba de uno de esos libros que dedican un capítulo a cada día del año. El libro del que hablo se titula: "El encanto de la vida simple" de Sarah Ban Breathnacht. Creo que está descatalogado en España, porque hace un par de años quise regalarlo y no encontré un solo ejemplar.

Antonio y Eloísa deseaban mostrarnos la zona, y habían programado algunas excursiones por los alrededores. En Los Ancares conviene ir despacio; el efecto contemplativo de tan profusa belleza, puede compararse razonablemente al síndrome florentino.



Visitamos las payozas de Piornedo, y en Rao nos amenizó el paseo un pastor con muchas ganas de hablar y pocas prisas. Encontramos allí amontonados escombros de pizarra. Sin duda restos de tejado de alguna casa reciente. Muchas piezas tenían formas bonitas y pensé en recoger una para decorarla. Dejé mi elección al caprichoso azar, y tiré de una esquina que sobresalía de una pieza semienterrada. Lo que apareció me dejó boquiabierta. Era un corazón perfecto. La sorpresa me pareció un saludo del destino,  un guiño de aquél hermoso y energizante lugar.




Pero lo que finalmente dio sentido al curioso hallazgo tuvo lugar unas horas después, en la casa de mis amigos. Maria José y yo, nos dispusimos a leer el texto correspondiente al día 25 de agosto en nuestro libro gemelo. Tengo que explicar que cada reflexión comienza con una cita célebre. Yo leía en voz alta una cita de Jennet Jourdemayne (Christopher Fry). Tras concluir la lectura,  me quedé observando el corazón de pizarra que, en ese momento, reposaba sobre la mesa.

La cita decía así:

"Lo que es profundo, como el amor es profundo, lo tendré profundamente. Lo que es bueno, como el amor es bueno, lo tendré bien".

Sí, eso era lo que había que escribir en el corazón. Sentí que aquella cita ya le estaba destinada incluso antes de que yo lo encontrara, o quizá de que él me saliera al encuentro. ¡Quién sabe!

Probablemente fue casualidad que aquél 25 de agosto, cuando tocaba leer esa cita, y no un día antes ni un día después, el corazón de pizarra y yo, nos encontrásemos. Su negritud y la mía, presentadas en una mañana alegre y esperanzadora. Cuando volví a Alcalá de Henares, escribí en la pizarra aquellas palabras, y coloqué el fragmento de roca en un lugar visible.




Pasaron tres o cuatro años. En su transcurso, la pizarra tuvo que enfrentarse a  mi furia destructora. Un día quise borrar sus garabatos a golpe de martillo. Subida a un carrusel de emociones desbordadas y llena de amargura, lo acusé de haber sido otra mentira más, una burla.

Apenas logré hacer unas pequeñas muescas en la superficie. Era más resistente de lo que imaginaba. Igual que el  músculo que latía dolorosamente dentro de mi pecho. La roca guarda sus cicatrices, dos manchas blancas en el centro. Su resistencia resultaba evocadora. Me hizo mirar hacia mi propia resistencia, a pesar de los golpes. Aquello me desarmó. Conmovida por las resonancias, volví a colocarlo en su estante, y dejé a mis lágrimas perderse en el cansancio.




Un año después, en primavera, mostré a Paco el corazón de pizarra, y le pedí que leyese la inscripción. Cuando lo hizo, me adelanté a responder una pregunta que no había sido formulada:  

"Esto lo has cumplido tú"

Y dije la verdad.

Cinco años después, en Rao.





Mariaje López.






8 comentarios:

  1. El que está libre de tormentas y confusiones aún no ha llegado a esta Tierra. No querer escuchar a tu corazón te obligó a escuchar tu naturaleza, escondida en unas cuantas señales a las que tuviste que golpear para descubrir el blanco de tu vida. No hay errores cuando al final de ese camino se encuentra la verdad.
    Un post revitalizante. Un poema.
    Tucho

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  2. Tiempos buenos, tiempos malos, buenos tiempos... Todo en la Vida sirve, mi hermana del alma. Y me ha encantado recordar aquellos días ya lejanos. Un abrazo de osa.
    Mariajo

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    1. Lejanos pero eternos, como ves. ¿Te acuerdas de nuestras siestas sobre el lecho de tréboles y hierbabuena en la vega? Eloísa dormitaba, tú mirabas la corriente del río, y yo decía disparates... ja ja ja. ¡Cuánta vida síster, y que intensa, llevamos en compañía!

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  3. Me encanta Mariaje. Qué bonito. Cómo me gusta volver a comprobar que la casualidad no existe. Que siempre hay una causa. Si nos paramos a leer las señales que recibimos vemos que todo es fácil. Para qué quejarse, criticar, culpar o envidiar? No lo necesitamos. La vida nos va diciendo, nos va diciendo...

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  4. Me encanta que te encante, maestra.

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  5. Conmovedor todo el relato, lo disfrute muchisimo

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  6. Gracias Juan, me alegra, disculpa la tardanza en responderte, no lo había visto.

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