sábado, 26 de octubre de 2013

Cuaderno de Perú (4): Cañón del Colca.






Arequipa: 04:00 de la madrugada. La furgoneta que nos llevará a 200 Km de aquí nos espera en la puerta del hotel. Una vez en nuestros asientos, nuestro guía nos ofrece una manta para el viaje. Cuando vimos que  él se la ajustaba a las piernas supimos que realmente nos haría falta. Atravesaríamos parajes a 5.000msnm y de noche.

Aquel madrugón no estaba en el programa inicial; la idea que llevábamos era recorrer el valle en dos días, pero tres cosas nos  habían complicado el trayecto Lima/Cuzco: roturas en dos ruedas (sí, soy consciente de que digo roturas y no pinchazos), un terremoto de 6'5 que en algunos tramos se llevó parte de la calzada, y lo definitivo; una huelga general con piquetes en varios pueblos. Resultado: perdimos un día completo. Así que tuvimos que dedicar al Colca la mitad del tiempo previsto.

Pero el Cañón del Colca era una de las maravillas irrenunciables en este viaje. Es el segundo más alto del mundo, precedido sólo por el del Yarlung Zangbo en China (5.590m). El del Colca tiene 100 Km. de largo y en su punto más alto 4.160m de profundidad. Su media es de 3.191m., que comparada con la media del Gran Cañón del Colorado (1.500 m.) da una idea aproximada de su espectacularidad.

La parte más profunda es peligrosa, sólo pueden acceder personas cualificadas ya que aún no está preparada para las visitas turísticas. En sus paredes hay cuevas con pinturas rupestres de más de 7.000 años de antigüedad. Allí anidan los cóndores andinos, que pueden verse por las mañanas antes de las 10:00 desde el mirador de La Cruz del Cóndor, planeando sin reservas alrededor de las cabezas e incluso por debajo de ellas. A todo esto hay que añadir la extasiada contemplación de un extenso e impresionante valle que ampara en su regazo culturas ancestrales y paisajes de leyenda. ¡Como para perdérselo!

Templo de Maca


Recién amanecido desayunamos en Chivay, uno de los pueblos más conocidos de la zona. Cuenta con piscinas termales provinientes del volcán Cotallumi, de donde sale el agua a 85º para descender a los 38º durante su recorrido hasta La Calera. Allí reciben el agua cinco piscinas naturales. No pudimos ver la coquetona iglesia colonial, era demasiado pronto y estaba cerrada. Reconfortados con el desayuno y el mate de coca, continuamos ruta.




Vamos hacia Yanque, otro pueblecito del valle con una iglesia  más grande y barroca que llaman la Catedral del Colca, tampoco entramos por lo mismo. No recuerdo exactamente a qué fuimos a Maca. Puede que a comer. Allí contemplamos algo que nos puso los pelos de punta... ¿qué era?

Observa la siguiente foto:

Las enormes grietas que ves en la montaña fueron abiertas por el último gran terremoto que sufrió la zona, no hace demasiado tiempo.

Maca, al pie de la montaña.



Me pregunté cuan de aterrador puede ser el sonido de una montaña que brama rajándose por varias partes, sobre todo si está justo detrás de tu casa.

No terminan ahí sus males; la población está asentada sobre una piscina subterránea y un suelo de limo, con lo que en la actualidad, y ayudada eficazmente por los frecuentes terremotos que la sacuden, Maca se está deslizando hacia el río, que amenaza con hundirla definitivamente en él.

Seguimos hacia el mirador; los protagonistas más esperados de la excursión ya deben estar sobrevolando desfiladero. Yo estoy impaciente: habría preferido ir primero allí y hacer las paradas a la vuelta.

El guía no pensaba igual, lo tenía todo bien calculado. Nos detuvimos en varios miradores y he de reconocer que el espectáculo merecía el parón. Las antiquísimas terrazas de cultivo, gran parte de ellas todavía en uso, junto otras que se derrumban lentamente nos ofrecen un paisaje articulado y admirable que nos habla de otros tiempos, y también del presente. En sus andenes se cultivan patatas, tubérculo originario de este país, (en Perú existen 3.000 variedades de patatas... sí, has leído bien), así como quinoa y 32 clases de maiz. También en menor cantidad otros cereales como el trigo, la cebada y la alfalfa.






En la mayoría de pueblos,se han sustituído los tejados de paja y adobe por chapa, y desde la carretera los pueblecitos brillan como iconos de plata bajo el sol. El río Colca discurre a lo largo de 129 Km entre el valle y el cañón, escoltado por montañas de origen volcánico que vigilan su curso, algunas desde 6.000m sobre el nivel del mar. El Ampato, el Hualta Hualta, el Sabancaya... éste último volcán en activo, y estrechamente vigilado por los sismógrafos.

Y el Mismi que según estudios antiguos y confirmados recientemente, es la fuente más remota de nacimiento del río Amazonas. Si te emociona como a mí  ver dónde empezó a brotar el río más caudaloso y largo del mundo, el que contiene en su cauce la quinta parte de agua dulce del planeta, observa el pico nevado puntiagudo: allí fluye el Apurímac que podríamos llamar el padre, y de uno de sus arroyos glaciares, el Carhuasanta nace el Amazonas. 



El Mismi al fondo, nevado. Origen del río Amazonas.


Se suceden al paso las quebradas, los acantilados verticales, las 8.000 hectáreas de terrazas que llevan ahí 1.500 años, los fosos profundos, las huellas de constantes deslizamientos del terreno, los embalses y lagunas, a lo lejos se divisan cataratas, abundan los manantiales y aunque no los llegué a ver, los geíseres. En 1.995 con el deshielo del Ampato, apareció la momia perfectamente conservada de una niña, probablemente una virgen sacrificada a los Apus (Montañas deificadas que tutelaban los ciclos de las cosechas). Los arqueólogos la bautizaron con el nombre de Momia Juanita.


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El rastreo lo hice desde un mirador, pero no es todo el valle ni mucho menos: éste se extiende a lo largo de 100 Km increíbles.






Por fin llegamos a La Cruz del Cóndor. Nerviosa ya, preocupada por la hora que es y pensando que no alcanzaremos a ver a estos curiosos pájaros, los más grandes y pesados del planeta, antes de que abandonen el desfiladero rumbo a la costa del Pacífico, donde por el día encuentran su alimento. Afortunadamente el guía lo tenía bien calculado. Llegamos con el tiempo justo para ver a los rezagados durante casi una hora. Como el único vídeo que logré hacer tiene muy mala calidad, inserto otro de un cámara más avezado. Yo ni fotos hice, embelesada como estaba en el baile de estas míticas criaturas.


 




Rozando las cabezas pasó un cóndor enorme. Un hombre dijo que medía tres metros por lo menos. Los cóndores se elevan con las corrientes térmicas hasta los 7.000 metros y luego planean durante kilómetros, sin apenas mover las alas. Contemplarlos es tan relajante como sentarse enfrente de un acuario. Paco no para quieto, sube al mirador alto, se escapa al de abajo, sale del perímetro del mirador, le pierdo de vista. Está en su salsa.

Estos pájaros son fieles a su pareja durante toda la vida. Dicen que guardan luto cuando uno de los dos muere, que incluso se dejan caer al vacío con las alas replegadas para estrellarse contra las rocas. Suena a licencia poética para expresar la estrecha unión que establece la pareja. Podrían contarse muchas leyendas alrededor del cóndor. Es el símbolo más querido del Perú.





 Frente a nosotros montañas que rondan los 3.000m. con cumbres nevadas. Hacia abajo y desde aquí, 1.200m. hasta la orilla del río, que discurre ajeno al alboroto de lo alto. Y yo pienso que podría estar aquí arriba durante horas, sólo con un poco de agua, sin comer y sin dormir, y a pesar de todo, descansando.




Cañón del Colca.


El último cóndor se pierde en la lejanía. Se acabó el deleite por ahora. Volverán a la tarde, quizá saciados, quizá con el hambre redoblada para el día siguiente. La noche será fría, como todas, y silenciosa si no crujen las montañas, si los volcanes duermen o hablan bajo, si no se escuchan gritos en el valle. 

 
 
A nadie en la furgoneta le apetece meterse en las piscinas, casi todos prefieren dar un paseo. Algunos se quedan al pie de un sendero por el que nos lleva el guía. Nos cruzamos con un par de burros que marchan solos y tímidos se apartan de nosotros. Me pregunto desde dónde vienen.  




Las plantas son curiosas. Hay chumberas, cactus extraños como estos que preparan su inforescencia como serpientes enhiestas. "Alcanzan los ocho metros" dice el guía. También hay por aquí una cactácea prodigiosa, que repite la historia del pájaro espino, cantando hasta morir en una apoteosis florida. Se llama Puya Titanca, mide de 3 a 4 m. pero cuando proyecta su inforescencia alcanza los 12m. Esto sólo ocurre una vez cada 100 años. Y luego muere después de haber producido 5.000 flores a la vez, y esparcido 6.000.000 de semillas. Sigues leyendo bien, aquí no son raros los extremos.







Al bajar nuevamente a la carretera por otra cuesta empinada, nos encontramos a una mujer cabana vendiendo frutas y ropa. No sé cuántos años tendrá, arrugadita como una pasa y más tiesa que una vela. Aguantando a pleno sol que a algún turista le apetezca una fruta exótica que ella pelará con maestría, sin tocar la pulpa con sus dedos. A mí se me antojaron higos chumbos, no sé cómo los llamaría ella. Habla el quechua, como todos los cabana. 

Me impacta su reciedumbre, su porte de realeza interna. Me parece milagroso que pueda tener un aspecto tan cuidado y limpio en medio de esas rocas peladas donde aguarda completamente sola esa venta esquiva. Es adorable, con su chaleco y su sombrero tan bordados que en ellos no cabe ya ni una filigrana. Tan aparentemente débil como una caña seca, pero tan fuerte como el tronco de un roble vetusto. Aquí está, posando a mi lado con la sabrosa fruta a precio de un sol. Y ella no podía saber cuánto la admiraba.








En el Valle del Colca viven dos pueblos, acaso tres. Pero de los terceros sé poco. Contaré lo que he averiguado de los dos primeros. Unos son los cabana, a los que pertenece mi linda vendedora, y los otros son los collagua. Visten parecido, pero se diferencian externamente por la forma de los sombreros. Esto es un remedo de la primitiva costumbre de deformarse el cráneo. Los collagua, que poblaban la zona oriental, le daban forma picuda, y los cabana de la parte occidental, aplanada. 

El virrey Francisco de Toledo acabó con esta costumbre dolorosa. Algunas cosas buenas hicieron los invasores; cambiar las tablas que oprimían los cráneos infantiles por unos sombreros tan bonitos, es mucha mejor forma de distinguirse, ¿no te parece? Ya he dicho que los cabana hablan el quechua, y añado que los collagua se expresan en aymara. Sus sombreros son de copa plana y con cintas, como los de estas preciosas niñas, mientras que los de sus vecinos son de copa redondeada, y bordados a más no poder. Preciosos ambos, te lo aseguro.



Niñas collagua
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El chófer nos espera. Ahora tenemos que subir hasta los 5.000 m sobre el nivel del mar, ya de vuelta a Arequipa, y en el altiplano podremos contemplar en redondo los picos de las más altas montañas, algunas que rebasan los 6.000m, por encima de la cota de nubes, por donde los aviones que vuelan bajo tienen que tener cuidado. En el santuario de las apachetas se respira un aire cargado de ozono y centenares de miles de piedras elevan sus secretos hacia el cielo sin perder la conexión con la tierra, Pachamama. Son pequeños túmulos rogativos. Oraciones de gratitud y súplicas de ventura. Esperanzas y sueños que pugnan por cumplirse. A veces sólo un gesto desinteresado, una pura experiencia sensorial en un territorio ignoto para el corazón, alejado de todos los infiernos.




Me inclino y hago sólo un gesto, minúsculo y repentino. Pedir perdón a la Tierra y suplicarle que me conceda caminar sobre ella largo tiempo todavía. Nutriéndome de sus pechos y cuidando sus heridas, que son las mías.

En nuestro próximo encuentro te hablaré de cómo la bella convive con la bestia. Arequipa, la Ciudad Blanca, la que convive con tres volcanes.




Mariaje López.

 
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sábado, 19 de octubre de 2013

Cuaderno de Perú (3): Lago Titicaca: Isla de Taquile.



Las dimensiones del Titicaca causan asombro, pero no fue hasta remontar la bahía entre las dos penínsulas que la delimitan, que realmente comprendimos cuán grande es.  Después de dos horas largas, atracamos en el muelle de Taquile.

La ascensión es fatigosa desde el puertecito hasta la Plaza de Armas. He sabido que los isleños, compadecidos de los turistas, por lo general poco acostumbrados a las alturas -estamos a 4.000msnm-, han sugerido a los guías que los visitantes accedan por el muelle del lado este, del que parte un camino de suave ascensión hasta la plaza. Pero las agencias se empeñan en que subamos esos 567 peldaños.


Tramo de la escalera de Taquile.

Como decía en el post anterior, los taquileños son descendientes directos de los incas. Hablan el quechua y el español. Su cultura permanece bastante pura y ha sido declarada Patrimonio Cultural Intangible de la Humanidad, así como sus tejidos, que obtuvieron el Premio Internacional de la UNESCO en el año 2.005.

Claro, que los españoles del siglo XVI ya los valoraban. Les exigían el tributo en tejidos, y ellos tenían que emplearse a fondo para llegar a la cantidad estipulada. Tanto los hombres como las mujeres tejen desde los 8 años. De hecho, un hombre no se considera apto para casarse hasta que no ha sido capaz de tejer su chullo, nombre que no sé si se aplica por igual al gorro inca con orejeras, y al otro con reminiscencias españolas rematado con un borlón. Éste último, por su color indica la soltería (rojo y blanco) o si es casado  (rojo). Los hombres también tejen sus chuspas, que son esos bolsos en bandolera con flecos donde llevan las hojas de coca, substanciales a su cultura. Tanto es así que para saludarse no se estrechan la mano, sino que intercambian hojas de esta planta. En Taquile suelen masticar la coca mezclándola con muña, una hierba andina de aroma mentolado con muchas cualidades terapéuticas. El último día me dolía el estómago, y en el Totorani me hicieron una infusión de esta planta, que según me dijeron era lo mejor. La verdad es que fue mano de santo.




Taquileños - Foto: Mariaje López


Visten su atuendo tradicional siempre, y un complemento destacado es el calendario, prenda que los estudiosos aprecian mucho, pues se trata de una faja que las mujeres le tejen a sus hombres, donde utilizan diseños de simbolismo ancestral cronológicamente dispuestos, de tal modo que cada una de estas fajas relata los hitos principales de la vida de la pareja, ampliándose conforme a los acontecimientos. A veces estas fajas están entretejidas con pelo de mujer, lo que las hace más caras. Significa la indisolubilidad del matrimonio. En Taquile no hay divorcios, pero las parejas pueden convivir antes de casarse durante años para que cada uno pueda comprobar si el otro es el cónyuge adecuado.




Fajas calendario

La ropa de las mujeres es bonita porque llevan varias faldas que llaman polleras de colores vivos, y encima suelen utilizar una sobrefalda negra. Los bordes de las polleras que asoman por debajo quedan muy bonitos, sobre todo en los trajes de fiesta, más voluminosos. Usan una larga túnica negra con la que se cubren la cabeza. A los niños, que son muy lindos, les hacen unos gorritos muy graciosos con volantes alrededor. A la entrada de la isla hay un letrero que reza: "No fotografiar a los niños sin permiso". 

En Taquile no hay policía. Observan rigurosamente sus leyes y se rigen por el mandato inca, cuyos tres enunciados fundamentales son:  "No robar, no mentir, y no permanecer ocioso". Cuando surge algún conflicto es resuelto en la asamblea de los domingos, a la que asisten hombres y mujeres, aunque ellas no pueden intervenir. Esto que parece lamentable, tiene una contrapartida: las resoluciones siempre se aplazan hasta el día siguiente, porque un taquileño jamás toma una decisión sin consultarla antes con su mujer.

Además de hilar mientras pasean y tejer mientras conversan -por lo de la tercera ley-, cultivan sus terrazas  y pescan; sobre todo truchas, muy abundantes en su costa y de sabor delicioso, como pudimos comprobar, ya que las tomamos acompañadas de una sabrosa y nutritiva sopa de quinoa, un cereal muy popular allí.


Sopa de quinoa


A los taquileños les encantan las celebraciones, la música y los bailes. El alcohol lo toman puro, de 90º. Ahí es nada. Los jóvenes ya han empezado a sustituirlo por cerveza, que menos mala cosa será. El santuario lo tienen  en la montaña Mulsina,  en su cima se celebran ritos y se hacen ofrendas.




Abandonamos Taquile dando un largo paseo de 45 minutos ladera abajo, rodeando la isla por el camino que en nuestra ignorancia eludimos al llegar. Las vistas desde todo el paseo son idílicas. "¡Qué lago ni qué gaitas -me digo-, esto es un auténtico mar!". Al fondo se divisa la isla vecina de Amantaní, completamente diferente y poblada por aymaras. Pero no nos daba el tiempo para visitarlos.


Taquile - Fotofrafía: Mariaje López


Nos esperaban dos horas y media de travesía hasta Puno. Al embarcar, no tuve corazón para contarles a las dos personas que habían tenido que quedarse en el barco a causa del soroche, lo que se habían perdido. Ya tendrían tiempo de averiguarlo para su pesar.







Algunos datos:


Taquile está situada en su punto más alto a 4.050 m. sobre el nivel del mar. Aproximadamente 12 Km. cuadrados y 2.200 habitantes.

Su nombre quechua es Intika.

En la isla no hay coches ni hoteles, pero han desarrollado un sistema de acogida familiar para los viajeros que deseen alojarse en sus viviendas. Si se va a hacer esto, conviene ir provisto de linternas, pues la mayoría de las familias se alumbran con velas y sólo algunas usan placas solares. La mejor opción es quizá la que propone el último vídeo, pues está gestionada directamente por los taquileños -y entre otras ventajas, seguramente no te harán subir los más de 500 escalones al llegar.

Si ves por allí algún perro será de chiripa, y si aparece un gato no te fíes, puede que sólo sea un fantasma del viejo mundo. 

Próximo capítulo: Cañón del Colca, donde caben los Pirineos enteros, y los cóndores pasan tan cerca de los turistas que no se sabe quién está observando a quién. Más me vale pintarme coloretes y parecer bien viva a pesar de la falta de sueño. 


Mariaje López.

 
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lunes, 14 de octubre de 2013

Cuaderno de Perú (2): Lago Titicaca: Islas Flotantes.

Titicaca, un mar en las alturas.

Siempre he tratado de imaginar la conmoción de los conquistadores españoles cuando vieron por primera vez un mar en las alturas. A casi 4.000 m. por encima del Pacífico. Seguramente no podrían dar crédito a lo que contemplaban sus ojos.

Titicaca significa Puma Gris, o según otra traducción que trata de sintonizar con las leyendas, Pumas de Piedra. Dicen que el Puma Gris no tiene fondo, pero lo tiene; 283 m. en su parte más profunda. No es el lago más grande del mundo, pero sí el más alto. Muchos viajeros enferman aquí de soroche, el mal de altura. Afortunadamente, a mí no me afectó (eso, o es que el mate de coca me sentó muy bien, aunque no creo que influyese porque era infusión, no la bola de hojas mezclada con cal). Contrariamente, al llegar a Madrid noté que a mis pulmones les costaba atrapar el aire; quizá me había acostumbrado al que se respira más cerca de las nubes.

Salimos de Arequipa en un microbús de la compañía 4M Express (que recomiendo), para enlazar con otro bus más grande que venía de Chivay, y mientras tanto nos invitaron a un mate y a un emparedado que estaba delicioso. Una alpaca que había por allí volcó una de las tazas para comerse las hojas de coca con verdadera fruición.

Paco facilitando a la alpaca su aperitivo.


A Puno llegamos por carretera atravesando el altiplano por Lagunillas, a 4.174 m. de altitud, reserva natural donde pudimos ver rebaños de vicuñas, de lana suavísima y precio prohibitivo; y en el lago, apurando las últimas ráfagas de sol, estaban los flamencos. Llegamos al pueblo sobre las seis de la tarde, y eso en Perú, al menos en primavera, quiere decir que ya era de noche. 

Vicuñas de la Puna-(Altiplano)



Flamencos en Lagunillas

 
 Nos hospedamos en el Hotel Totorani, que nos habían recomendado en Arequipa. Lo menciono por si sirve: está muy limpio, bien situado, y sus precios son estándar: 45$ la habitación doble. Alberto, el dueño, es encantador y solícito. Como su madre, que le echa una mano en lo que puede. Él nos gestionó la excursión al Titicaca del día siguiente. Diseminados por las paredes del hotel tiene cuadros costumbristas indígenas, todos del mismo pintor, Juandino, un punense muy reconocido ya fuera de sus fronteras. Un ejemplo de su arte es esta pintura que presidía nuestra habitación:


Músico tocando la quena - Juandino


Otro madrugón; llevamos muchos en este periplo. A las 6:30 nos facilitan el desayuno, y a las 7:00 vienen a recogernos para ir al puerto. Tenemos un guía aymara trilingüe. No nos habla de la contaminación de la bahía, claro. Puno no tiene a día de hoy una planta potabilizadora de aguas negras. Y algunos de los ríos que desembocan en el lago traen metales pesados por los vertidos incontrolados de las minas que hay en su curso. Las alertas internacionales ya se han producido: hay peligro de contagio para el resto del lago. Si quieres verlo con tus propios ojos, aquí tienes un documento:





Una vez más, los humanos acuchillando el vientre que nos cobija. Somos una lacra para el planeta. No hay otro animal que destruya todo lo que toca como lo hacemos nosotros. Se reconoce donde estamos por el rastro de basura. Pero prosigamos, afortunadamente la mayor parte del lago todavía está limpia, aunque no sé por cuánto tiempo.

Penetramos en la zona de las islas de totora. La totora es una especie de junco que puede llegar a medir hasta 4 metros, de los cuales la mitad está sumergida. Esta planta semiacuática es la base del modo de vida de los Uros.

Foto: Mariaje López


Foto: Francisco Cámara


Foto: Mariaje López


Me resultaron particularmente simpáticos, especialmente las mujeres, con sus caras regordetas en cuyas mejillas aparecen indefectiblemente dos profundos y graciosos hoyuelos al sonreír. Me encantan sus coletas rematadas por voluminosos borlones; negros si son casadas, de alegres tonos si solteras, y sus faldas ahuecadas de telas ásperas y colores vibrantes. En sus rasgos y maneras se evidencia la nobleza de su carácter.


Foto: Mariaje López



Los Uros son de una cultura preincaica. Habitaban en las orillas del Titicaca, y cuando Pachacútec los asedió, ellos se refugiaron en el interior del lago. Empezaron a construir su nuevo territorio sobre islas flotantes hechas a base de juncos. Desde entonces viven de la pesca, de las aves autóctonas, de las que recolectan sus huevos, y bordan tejidos con sus símbolos sagrados, que luego venden a los turistas. Son una de las pocas etnias que todavía hablan el aymara, lengua en serio peligro de extinción. No han contado con el apoyo de los sucesivos gobiernos peruanos. 

¡Ah, si! Fujimori se los ganó porque durmió una noche con ellos, les puso paneles solares y se hizo muchas fotos de campaña. Son nobles, ya lo he dicho, para ellos es bueno el que se preocupa por su suerte -o lo aparenta-, quien les visita. Ignoran, o inconscientemente prefieren ignorar todo lo que Fujimori ha hecho y ha dejado de hacer en el resto del país. Él hizo algo que mejoró sus vidas. Ahora pueden leer de noche, sin preocuparse porque las velas les organicen incendios. El fuego es un elemento especialmente peligroso en el poblado de los Uros, ya se entiende porqué. Pueden ver la tele y escuchar la radio. También hay, cómo no, otra historia de los Uros que el turista sólo intuye. La de la probreza y las dificultades extremas, la de la exclusión. Vamos a centrarnos en la esperanza: si quieres conocer algo más de sus inquietudes y sueños, aquí te dejo este vídeo:





 La totora sirve también de alimento, se pela como una banana, se le quita un pellizco del principio y unos 50 centímetros más son comestibles. Se toma cruda como una fruta y tiene mucho yodo. Nos la dieron a probar: es blanca, esponjosa y fresca, de sabor suave. 
 
Abandonamos la Bahía de Puno a ritmo lento, aunque después me he enterado de que en una lancha se puede tardar el doble. Entre los extremos de las penínsulas de Capachica y Chucuito divisamos barcas de madera con extrañas velas hechas con sacos de harina. Hasta aquí tienen que llegar los Uros para conseguir algo de pesca comestible. Y más lejos aún habrán de ir a recolectar totora grande para las casas

Empleamos dos horas largas para alcanzar la costa de Taquile, una de las primeras islas a las que se accede desde Puno, la otra es Amantaní que está enfrente. Pero no disponemos del tiempo necesario para visitar las dos, ni para adentrarnos en el lago hasta la Isla del Sol  y contemplar los glaciares de Bolivia.

Bordeando ya Taquile, podíamos ver las terrazas de cultivo que dominan el paisaje de la isla. En Taquile viven los Hijos del Sol, descendientes directos de los incas cuya cultura permanece casi intacta a pesar del trasiego de turistas. Son la mar de interesantes. Pero eso te lo cuento en tu próxima visita, que ya se va haciendo tarde, y es tiempo de recogerse.

Ibis en las Islas Flotantes


Mariaje López.

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martes, 8 de octubre de 2013

Cuaderno de Perú (1): Machu Picchu.



Yo soy Cusi Yupanki: Hijo del Sol, noveno rey de los incas, hijo de Wiracocha y de la Coya Mama Runtu, Sapa del Tahuantinsuyu, el gran imperio andino. 

Han transcurrido los años desde que vencí a los chancas en la Llanura de Sangre. Les hice creer que les duplicaba en número añadiendo a mi ejército siluetas de falsos soldados hechas con piedras. Fue una batalla terrible. Después de aquella victoria accedí a la regencia y a mi nuevo nombre, Pachacútec, que significa El Transformador de la Tierra.Y eso fue lo que hice. Establecí alianzas, conquisté naciones, administré las tierras con astucia y organicé la vida de las poblaciones para que funcionaran como un conjunto armonioso y eficaz. No muestro piedad con mis adversarios. Confieso mi ambición, pero muchos se benefician. He multiplicado las superficies de cultivo a base de terrazas, y se quintuplicaron las cosechas. El excedente es almacenado en las grandes colcas, y de allí lo sacamos en años de escasez. En el Tahuantinsuyu nadie pasa hambre.

He construido ciudades y fortalezas, he levantado templos, y declarado a Inti como el dios supremo. He unificado la lengua con el quechua, y modernizado las comunicaciones con el sistema de postas, caminos y puentes por los que los mensajeros chasqui pueden recorrer hasta 320 Km. en un sólo día. Desde el Qosqo, la capital del imperio, he trazado carreteras hacia los cuatro puntos cardinales. 

Mandé traer bloques de piedra de Salu para reedificar el Templo del Sol capitalino. Lo llené de tantos tesoros que desde entonces se llamó Coricancha, Templo de Oro. Y aquí, en la cumbre de la Montaña Vieja, he hallado el sitio perfecto para descansar. Es la joya de mi hacienda.  En su cima hay una cantera de granito blanco; la Pachamama es generosa. Toda la ciudadela se aposenta sobre la roca. Diseñé terrazas de cultivo para abastecerla, y otras más estrechas para apuntalarla. Las capas de grava drenan la lluvia, y el agua discurre por fuentes y canales. Es una ciudad sagrada, porque sagrada es esta tierra que abrigan las montañas. Aquí vuelvo de vez en cuando, y aquí soy dichoso. La proximidad del cielo renueva la fuerza de mi sangre.

Yo soy Pachacútec, el Sapa Inca, el guerrero, el constructor, el legislador, el conquistador, el ingeniero, el Hijo del Sol, el Transformador de la Tierra.



Tal vez así me habría hablado el rey más grande de los incas, de haberme topado con él en Machu Picchu. Acaso sucedió aunque no lo vi, pues juraría que una voz ronca me susurraba al oído esas palabras. Todo me parecía posible en aquel promontorio fascinante. 

Cualquiera que haya subido a la ciudadela desde Aguascalientes, ya fuera a pie o en autobús, comprenderá por demás la emoción que experimentábamos al acercarnos, dejando abajo el Urubamba con su curso lleno de megalíticos peñascos desprendidos, donde bajan los osos a pescar. La agitación se incrementaba con cada revuelta que ascendíamos en la tortuosa carretera de Hiram Bingham

No existe fotografía de Machu Picchu capaz de reflejar con justicia su misterio. Es preciso estar allí para sentir su hálito, para llenarse los pulmones de su grandiosa belleza y misticismo, para perderse en el abrazo de su luz cambiante y enigmática. Ciega con su fuerza a veces, y besa la piel cuando llega la bruma a las mejillas, cuando la lluvia moja las siluetas lejanas de los visitantes encaramados en fila sobre las terrazas de este tétrix insólito.



Habíamos pasado lo nuestro para llegar allí -eso ya te lo cuento en otro post, que no deseo en este punto alterar mi ánimo, ni el tuyo-, pero durante unas horas mágicas lo olvidamos todo. Solamente teníamos sentidos para descubrir, para admirar, para soñar, para sentir el corazón ensancharse. En este lugar hay algo que se brinda pero que no se deja encerrar, algo que te atrapa con todo el poder de la suavidad. Y ese secreto lo ha protegido de las garras del tiempo, y puede que de algo más destructivo aún: la codicia humana y su barbarie. 



Si tú has estado allí lo sabrás: Machu Picchu jamás se olvida, porque alguna parte de ella te alcanza para siempre. 





Algunos datos de interés: 

Machu Picchu está situado a 130 Km. de Cuzco. Los peruanos lo llaman Cusco, y en quechua es Qosqo (sonido fuerte y seco: Cos-co). Por la izquierda del Cañón del Urubamba, que prácticamente rodea el cerro. 

Está a una altura de 2.438 m. sobre el nivel del mar. Se conservan 172 edificios. Dicen que esto ha sido posible porque los conquistadores españoles desconocían su existencia, pero se han dado a conocer estudios y documentos que prueban no solamente que sabían de la ciudad, aunque no la visitaban, sino que además recibían tributos de Machu Picchu una vez al año, que se entregaban en Ollantaytambo. 

Por cierto: Ollantaytambo es una alternativa muy recomendable a Aguascalientes para la escala hacia Machu Picchu. Está algo más alejado, pero es más auténtico; más barato y menos turístico que Aguascalientes, para mí insufrible, por ruidoso, masificado, y despropósito urbanístico que clama al cielo. Absolutamente anti-inca, ya que éstos procuraban integran sus edificios con el paisaje. En Ollantaytambo en cambio, conservan las calles originales, con sus casas habitadas y sus canales de agua. Y tiene unas ruinas importantes. 

Volviendo a Machu Picchu, está construida entre dos montañas y dos fallas geológicas. Hay terremotos frecuentes y lluvias copiosas. Su trazado obedece a diversos criterios: despensa, estrategia, descanso, y sobre todo aspectos ceremoniales y astronómicos. 

Las formas trapezoidales soportan mejor las sacudidas del terreno. Los bloques de piedra tienen las bases cóncavas y convexas, y encajan entre sí. Durante los seísmos las piedras "saltan" y luego se deslizan nuevamente a su lugar. Este es el secreto de la resistencia de las construcciones incas

Se puede acceder a la ciudad por el Camino Inca, una ruta muy hermosa de tres o cuatro días. Se cierra los meses de intensas lluvias por su dificultad en tales condiciones, tiempo que se aprovecha para restaurarlo. 


Mariaje López.

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