sábado, 2 de noviembre de 2013

Cuaderno de Perú (5): Arequipa, la ciudad de los tres volcanes.







Arequipa, la muy noble y leal, la Ciudad Blanca. Al recordar sus calles me inunda el resplandor de sus fachadas coloniales llenas de sol. No es casual que desprendan tanta luz; están hechas con ignimbrita, una piedra volcánica que llaman sillar. Pero no vayas a creer que se trata de lava endurecida. Hace mucho, mucho tiempo, la tierra sufrió un gran estallido produciendo una enorme caldera que arrojó un material ígneo parecido a la espuma. Cuando se solidificó se formó la ignimbrita. Aquí puedes ver una cantera de esta preciosa roca. 




El aspecto que esta piedra otorga a edificios y calles es alegre y elegante, con un toque aristocrático de postal antigua.




Arequipa está situada en las proximidades de tres volcanes que recortan su cielo: el Pichu Pichu (5.664 m.), el Chachani (6.075 m.), y el Misti (5.825 m.). Éste último es el más cercano y el emblema de la ciudad. Pichu Pichu significa en quechua "muchos picos", Chachani "la novia" -porque siempre está nevado-, y Misti "el señor" con su cono agudo que a veces deja escapar fumarolas, bocanadas de aviso del dragón que vive dentro. Los expertos vigilan, dicen que el Misti es peligroso, que no está dormido. Pero algunos hombres, tal vez a fuerza de convivir con él, le han perdido el respeto y se le han subido a las faldas para construir sus casas. 





Los edificios de la ciudad blanca tienen muros anchos, porque el suelo tiembla todos los días, aunque no se note. Por algo hay tantos arcos. En 2.001 un gran terremoto de 8,4 dañó muchos edifios y derribó algunos por completo. Una torre de la hermosa catedral se desplomó entera. Tardaron menos de un año en reconstruírla, la catedral es un emblema de Arequipa. De chiripa se había librado el órgano de tubos, regalo de los belgas, dicen que el más grande de sudamérica.








En su Galatea, D. Miguel de Cervantes por boca de un personaje elogia la placidez de la vida en el lugar: "En Arequipa, eterna primavera". Y es que ciertamente el sol brilla 300 días al año en este oasis, Patrimonio Cultural de la Humanidad. Grato es pasear sus calles, aunque a veces el tráfico molesta, como en todas las ciudades, y Arequipa es la segunda más poblada del país después de la capital. Aquí como en Lima, el semáforo y los coches parecen ignorarse mutuamente.


Catedral y Plaza de Armas - Mariaje López

La Plaza de Armas es hermosa, grande, imponente. El espacio lo preside la Basílica Catedral de estilo neoclásico, flanqueando los otros tres lados de la plaza sendos portales con arcos de medio punto. En el centro, los jardines de rigor y una gran fuente. En la cúspide de esa pileta hay un ángel sin alas. Las perdió seguramente a la carrera por algún camino, pues parece un chasqui, mensajero inca. Pero allí quedó encaramado para siempre tocando la trompeta. Le llaman el Tuturutú. Decenas de palomas acuden a sus alrededores, puntuales al banquete de migas con que niños y mayores las obsequian.


Los arcos, la fuente y el Tuturutú - Foto: Mariaje López


La primera cena en Arequipa la hicimos en un restaurante de los arcos. Como puede apreciarse en la foto, hay terrazas de principio a fin en toda esa banda. La plaza está profusamente iluminada, con poco trasiego noctámbulo, y un camarero que anduvo más listo que los otros nos pescó para su local. Daba lo mismo, sabíamos que en cualquiera cenaríamos bien. Si la cocina peruana es buena, Arequipa tiene fama añadida dentro y fuera del país. Pedimos rocoto relleno, claro. Es uno de los platos arequipeños más típicos y conocidos. 


 




El rocoto es un pimiento redondito como una manzana, muy picante. Lo rellenan con un sofrito de carne, ternera por lo común, verduras, especias, aceitunas y queso. Luego lo hornean y lo sirven con pastel de papas, hojaldrado y coronado con queso. Está requetedelicioso. 










De postre pedí un panqueque de manjar, que es como llaman allí al dulce de leche. Y es que una es golosilla. Dice Paco que soy como los hombres, que se me gana por el estómago. Entre tú y yo: no vale la pena contradecirle; algo de razón tiene. Debo tener la empatía repartida entre la amígdala y las glándulas pilóricas. 



Arequipa está entre la sierra y la costa. El río Chili cruza su centro formando un suave valle. Cómo era de sospechar, está contaminado. Pero me entero con agrado de que los arequipeños se han concienciado y quieren sanarlo. Han puesto en marcha un plan para recuperar su fauna y flora en cinco años. Más les vale, porque el Chili es el que les abastece de agua. No sólo de Inca Kola vive el hombre, aunque sea el refresco nacional. Por cierto, que sabe a Bazoka, aquel chicle redondo de los años sesenta que parecía un tambor y que nos gustaba tanto; yo sigo pensando que no ha habido otro mejor. 















Aún he de contarte más cosas de Arequipa; darte noticia al menos de un lugar concreto: el Convento de Santa Catalina, cuya apasionante historia despertó mi interés a tal punto, que me he propuesto escribir algo sobre el tema en el futuro. A tí también te sorprenderán sus crónicas, de eso estoy casi segura. Pero eso lo dejamos, si te place, para el próximo día. Ahora tengo que cubrir mi cupo de sueño REM.


Mariaje López.
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4 comentarios:

  1. Ya me quedo con la intriga del convento, el resto, como siempre, alimentando sanas envidias :-) Mira que conozco unos cuantos peruanos y nunca me pasaron una descripcion como esta, eso si, de comidas unas cuantas, y algunas las he probado y me han encantado; me gustan las especias, el picante. Pero para paisajes y descripciones ahí estás tu, aunque "sabor" tambien le pones.

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    1. Pues la verdad es que sabor intento ponerle. No en vano los placeres de la mesa son de mis favoritos. Algo de Sancha tengo, por mis ancestros manchegos. :-))

      Lo del convento tiene miga, ya verás. Es un imprescindible de la ruta en todos los aspectos.

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  2. Qué preciosa descripción Mariaje, ya ves Perú es precioso y muy diverso :)

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    1. ¡Ya lo creo Karina, es como dicies! Me alegra tu visita. Gracias por pasarte.

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