martes, 26 de noviembre de 2013

Cuaderno de Perú (8 y último): Cuzco, el ombligo del mundo.



Panorámica de Cuzco. Centro: Plaza de Armas, dcha en el cerro: Fortaleza de Sacsayhuamán. Foto: Wikipedia



Como un hermoso plato de barro a cielo abierto; así parece Cuzco entre sus cerros. Patrimonio Cultural de la Humanidad, también esta ciudad ha sido llamada la Roma de América, por sus muchos monumentos precolombinos y coloniales, que pregonan su rico mestizaje cultural. Cuzco ya no sería Cuzco si le faltase una de las dos partes: la del viejo mundo que hace sus calles familiares para un español, y la del nuevo que nos habla de una historia prodigiosa en lo malo y en lo bueno.

Esa historia dice que Pachacutec remodeló por completo la ciudad, instaurando en ella la capital de su gran imperio. Desde allí partían todos los caminos hacia las cuatro regiones del Tanhuantinsuyu, allí construyó la impresionante fortaleza que causaría pasmo a cuantos la contemplaron en todo su esplendor: Sacsayhuamán. Entre las ruinas de lo que se pensaba era una ciudadela militar y ahora se considera un templo de proporciones ciclópeas, se celebra en la actualidad el Inti Raymi, la gran fiesta solar que prosigue a la noche más larga del año. Para los incas era el inicio del nuevo ciclo anual pues su concepción del tiempo era circular.


Observatorio astronómico de agua en Sacsayhuamán

El Inti Raymi se celebraba inicialmente en la Plaza del Gerrero, actual Plaza de Armas, que siendo muy grande -como puede verse en la panorámica de arriba (ese trozo azulado en el centro de la imagen)-, en tiempos de Pachacutec era el doble de espaciosa. Primitivamente fue un gran pantano que el Sapa Inca mandó secar con tierra y arena traída de la costa. Alrededor estaban los palacios, y sobre ellos construirían los españoles sus casonas y templos, y posteriormente la catedral, empleando en ello muchas piedras de Sacsayhuamán. Lo que dejaron los españoles lo cambiaron de sitio los propios peruanos, hasta que sólo quedaron en pie las piedras más difíciles de transportar.



Sacsayhuamán - Foto: Wikipedia

Cuzco (Qosco en quechua significa "ombligo"), era en efecto el ombligo del imperio; la capital administrativa y el centro religioso por antonomasia. Pachacutec diseñó la ciudad dándole la forma de un puma cuya cabeza es Sacsayhuamán, y amplió el Templo del Sol, recubriendo sus muros con láminas de oro de un dedo de grosor.

El Coricancha tenía un jardín dispuesto en terrazas dedicado al astro rey, donde la naturaleza estaba reproducida en oro a tamaño natural: árboles, pájaros, insectos, flores, y hasta personas. Se ordenó que todo ello fuese convertido en lingotes para facilitar su transporte en las bodegas de los barcos españoles, pero no todo llegó a España. Aparte de lo que se perdiera en las arcas particulares de los conquistadores, los fieles al incanato escondieron una parte considerable de ese tesoro, se supone que en los túneles secretos que recorren el subsuelo de Cuzco. Hasta la fecha poco se sabe de ese tesoro, aunque naturalmente no ha dejado de buscarse. La lista de desaparecidos en el intento sigue creciendo, según se cuenta.



Plaza de Armas, Cuzco - Foto Mariaje López
  
En la foto de arriba puede verse parte de la Iglesia de la Compañía de Jesús en el lado sur de la Plaza de Armas. De las dos banderas, la de arco iris es la de Cuzco. Representa a los cuatro territorios del Tahuantinsuyu. Muchos turistas al verla, la toman por la bandera del orgullo gay, cosa que no gusta demasiado a los cuzqueños.

En realidad esta bandera fue sugerida mucho antes a Charles Fournier, uno de los ideólogos pioneros del cooperativismo, por la feminista Flora Tristán, quien habiéndola visto en un templo peruano de Camaná, la encontró adecuada como estandarte para los malogrados falansterios que él propugnaba.

El imperio inca llegó por el norte hasta Quito (Ecuador) y por el sur hasta el río Maule (Chile). Pero nunca las proporciones de un imperio fueron garantía de su permanencia, y el de los incas resultó ser el más fulgurante de todos pero también el más combustible. Apenas ardió su llama durante un siglo en el que sin embargo, lograron una organización asombrosa y altamente eficaz. 

Gran parte de esta eficacia se debía a la red de carreteras y al esforzado gremio de los chasqui (abajo izda.), mensajeros que mediante un sistema de relevos podían cubrir en carrera grandes distancias en poco tiempo. Llevaban mensajes y objetos. Muchas veces sus mensajes eran quipus, un sistema de contabilidad para censos y cosechas, aunque se está estudiando su probable uso como una especie de lengua escrita; sobre todo para cantos y poemas.    









Un quipu constaba de una cuerda horizontal de la que colgaban otras muchas verticalmente, de distintos grosores, trenzados y colores, cada uno de los cuales significaba una cosa. En las cuerdas verticales se hacían tantos nudos como fueran precisos para describir los conceptos, basados en el sistema decimal. Se sabe por ejemplo que el color amarillo significa oro, el blanco la plata, el negro los días, el rojo un gerrero, el pardo el gobierno,el verde la conquista. 

En un museo de Berlín hay un quipu que representa un mapa estelar bidimensional, y el más antiguo hallado data del año 2.500 a.C. El cronista de las Américas José de Acosta, describe este objeto así en un escrito de 1.590: 

"Son quipus unos memoriales o registros hechos de ramales, en que diversos nudos y diversos colores significan diversas cosas. Es increíble lo que en este modo alcanzaron, porque cuanto los libros pueden decir de historias, y leyes, y ceremonias y cuentas de negocios, todo eso suplen los quipus tan puntualmente, que admiran".


Lo que queda del Coricancha, el Templo del Sol. Foto Wikipedia.



Sobre las ruinas del Coricancha se ha levantado un templo cristiano. Afortunadamente corren otros tiempos, y espero que no volvamos a ver estas cosas -talibanes aparte, claro-. También los incas habían levantado su templo sobre un santuario de los chapanatas. Es la historia de la humanidad.

A la vista de estas ruinas camino en silencio. Es primavera, estación seca, las noches son frías y el viento de las montañas se hace notar. Se nos fué la hora para la cena, una lástima. 

En la Plaza de Armas brillan las farolas. En este recinto han ocurrido muchas cosas. Manco Inca había fundado la nueva dinastía después de la muerte de Atahualpa y se refugió con sus seguidores en la mítica y hace poco descubierta Vilcabamba, a 80 kilómetros de Machu Picchu. En 1.572 Tupac Amaru fué hecho prisionero y decapitado públicamente en la plaza. No fue el único. Todos sabemos como son las conquistas. La codicia humana es igual en todas partes. No distingue razas ni culturas, es como la muerte, si no es la muerte misma disfrazada. 


Pachacútec y su hijo, Tupac Yupanki - Foto: Wikipedia

En el grabado de arriba, como habrás observado, Pachacutec y su hijo están representados con el cabello rubio. Es muy chocante, pero se dice que los aristócratas incas tenían el pelo rubio y los ojos azules. En Ollantaytambo, que algunos historiadores señalan como el pueblo originario de los incas, hemos visto una niña indígena así. 

Tal vez los problemas de racismo que existen en ciertos sectores de la población peruana se justifiquen con esta circunstancia. Naturalmente no tienen razón. Es curioso como los mismos que discriminan a los indígenas se aprovechan de su tirón para el turismo. Afortunadamente no sólo no van a desaparecer, sino que cada vez más están haciendo valer sus derechos. Falta mucho, pero lo importante es no dejar de avanzar.


Mampostería inca en una calle principal - Cuzco - Foto: Mariaje López




Piedra de las 12 aristas - Cuzco
La mañana siguiente la dedicamos a pasear Cuzco. Entre estar a la sombra o al sol hay gran diferencia de temperatura, y la sensación es instántanea, o te asas o buscas la chaqueta instintivamente según por donde camines. Muchos de ellos parece que lo han resuelto, se abrigan y ya está. El calor a pleno sol no parece molestarles. Cuestión de costumbre. 

Es domingo. Nos sorprende la cantidad de procesiones que vemos, en la Plaza de Armas hay un gentío uniformado por bloques, como si fueran cofradías. Creemos que se celebra alguna festividad, pero nos dicen que todos los domingos es igual. Hay música y desfiles para agradecer al cielo sus dones, para presentar a Dios las esperanzas y mantener las viejas tradiciones. Sincretismo en fin, y a raudales.



 



 



















Y más paseos por las calles que a ratos parecían extremeñas. Balcones afiligranados, y patios de corrala que me recordaban mi querida y jamás olvidada Alcalá de Henares.



 










Con estas nos fuimos al Mercado de San Pedro. Como en todos estos lugares, miles de colores y olores; el bullicio de la vida.




Característico de estos mercados son los puestos de jugos naturales; los hay de todo lo que te puedas imaginar en frutas y verduras, y los hacen al momento con las combinaciones de frutos que elijas. También hay puestos de sólo caldos, incluso de rana los hacen, y creo que están muy ricos; no sé si algún día lo comprobaré, es cuestión de mentalizarse. En la calle también hay puestos ambulantes con piña pelada, algodón de azúcar, chicha, dulces, ropa, zapatos, sombreros... y toda clase de souvenirs. 




 











Desde flores hasta amuletos, tejidos, licores, alfombras, verduras, pescado, carne, quesos, inciensos, palosanto, ámbar, especias, hierbas medicinales, panes, instrumentos musicales, cafés, deliciosos chocolates, maíz de muchos colores, veinte clases de papas, polleras, esencias, pendientes, lanas, quinoa, globos, ponchos, estrellas de mar...



Vendedora de estrellas - Foto: Mariaje López


Y después nos fuimos a probar las comidas típicas en los puestos de la Plaza San Francisco: ceviche, caldo, carne con ají. Y de postre, en otra plaza, un delicioso alfajor de coca que vendían en un puesto del Museo de la Coca. De lo mejor que he comido en Perú, y eso es mucho decir. Al final de la degustación se duerme un poco la punta de la lengua, pero da lo mismo. ¡Ojalá me hubiera traído una caja entera! Probé algún otro tipo de alfajor, pero no estaban como este. Mmmm... me relamo sólo de acordarme. Desgraciadamente no nos quedaba tiempo para visitar el Museo. No habría desperdiciado esa segunda oportunidad de adquirir más alfajores. Eso seguro.


Alfajor de coca de los del museo del mismo nombre.

Nos dejábamos tantas cosas sin ver. Allí nos separábamos de nuestros dos amigos, ellos seguían viaje hacia Ecuador y Colombia. Nosotros teníamos que ir al aeropuerto de Cuzco con destino a Arequipa. Así que no puedo contarte mucho más. Decidimos tomarnos un respiro para la despedida, y el último rato lo pasamos tomando unas cervezas en el balcón de un restaurante de la Plaza de Armas. Mi retina atrapaba una estampa hermosa de la ciudad, enlucida con una pátina de fina lluvia y una melancólica luz vespertina.

¿Volveré a pisar tus calles, Cuzco? La vida es tan extraña a veces... ¡Quién sabe!


LLuvia en la Plaza de Armas - Cuzco - Foto: Mariaje López








Mariaje López.

 
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2 comentarios:

  1. Pedazo viaje que "me hice". Si algún día voy a esa tierra tendré la sensación de estar regresando, tal efecto has conseguido. Esto del estilo extremeño que comentas puede tener su lógica, habida cuenta de la gran cantidad de exploradores que dio esa tierra, y que habrán querido dejar su impronta. Por cierto, ¿haces las fotos con el Ipad?, salen estupendas sea con lo que sea. En fin, lo bueno de los blog es que uno no tiene que estar llenando los cajones de recuerdos, aquí en la red quedan para todos los que queramos refrescar esa cultura, Gracias por este excelente trabajo. Una reportera que se va al "paro", pero a reencontrarse con la escritora que conozco. Un abrazo

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    1. Gracias Tucho, por acompañarme en la ruta. Has sido un camarada estupendo.

      En lo de la arquitectura has dado en el clavo; no en vano Pizarro era extremeño, y alguno más de los doce que le acompañaron en la conquista del Perú.

      Las fotos las hago con una cámara de Paco pequeña y simple. Ahora mismo no recuerdo ni la marca. Todo el mérito es de la máquina, yo soy regularcilla en ese arte.

      Otro abrazo, siempre.

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