lunes, 3 de marzo de 2014

Recuerdos de una casa vacía.





El recuerdo de la casa vacía aún me produce tristeza. Rememoro las paredes desnudas, los muebles desmontados, las cajas apiladas, todo acumulando polvo. Y la terraza desierta y silenciosa sin el alegre maullido de fondo.


Recuerdo mis proyectos para decorarla, siempre en espera de conseguir los fondos necesarios. Pero los ratos dedicados a esos sueños me llenaban de ilusión y entusiasmo, disfrutaba tanto como si realmente los hubiera materializado. Pensaba en los colores, en las telas, en todos los detalles, medía los huecos una y otra vez, lo anotaba todo. No me enteraba del tiempo que pasaba. Fluía. Era mi casa, algún día estaría tan bonita como la imaginaba. Entretanto, con lo que tenía a mano inventaba lo que podía para hacerla acogedora. Y bastantes veces lo lograba. Aquellos ratos eran deliciosos.



He vivido allí momentos dramáticos, también felices. No sé cuáles pesan más en la balanza, pero en cualquier caso aquel espacio estará asociado para siempre a un tiempo de crecimiento interior, de prolongados silencios y buscada soledad. Soledades de clara ambivalencia: algunas fueron amargas, otras, las más, prolíficas y nutritivas.




Si tuviera que resumir la enseñanza de esos años sería esta: que es posible atravesar el dolor sin renunciar a una vida plena y hermosa. Esto exactamente significa para mí aquella casa.



Mariaje López


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4 comentarios:

  1. Yo veo que la casa eres tu, vayas a donde vayas y sufras lo que sufras, cuarquier proyecto de redecoración es siempre "interior". Buena reflexión

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    1. ¡Qué bonita conclusión Tucho! Me encanta cómo sabes decir las cosas. Gracias.

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  2. Pues a mí me has traído el pasado de vuelta... Cuántos recuerdos de aquellas épocas en las que compartíamos el aroma de una esencia de bergamota mientras dejábamos desgranar las horas en torno a una conversación de esas que a mí me gustan, profundas y edificantes.

    Recuerdo especialmente la sensación de hogar que desprendían esas paredes y la convicción de que allí nada era superfluo. Que todos y cada uno de los detalles que decoraban la casa estaban puestos ahí porque ése, y no otro, era su sitio. Que allí nada sobraba ni nada se echaba en falta. Todo en equilibrio perfecto.

    Esa faceta tuya tan masculina es la que más gusta a Nacho (alguna más hay, no te vayas a pensar). Ser capaz de sintetizar en unas cuantas pinceladas toda una vida. Despojado de lo artificioso, el "adorno" cobra sentido y se mimetiza con el ambiente de forma tal que lo ves como una parte del todo... Cuánto tengo que seguir aprendiendo de ti, amiga, maestra...

    Aquellos tiempos fueron para mí también sinónimo de cambio, no tan traumático, ciertamente, pero sí constituyeron la esencia de lo que estaba por venir. Y, como siempre, allí estabas tú. Gracias por tus palabras, por tus consejos y por tu sabiduría.

    Yo siempre recordaré aquella casa, aquellos paisajes urbanos que se veían desde tu terraza, como un útero, como un lugar de refugio y un oasis de paz. Fueron tiempos turbulentos, pero ahí también comenzó a gestarse de alguna manera, lo que dio fruto algún tiempo después. Allí conocí por primera vez a quien definí como tu alma gemela. Obviamente, me equivoqué. Esa aún estaba por llegar. No la pierdas nunca. Merece la pena, y mucho.

    Esa casa, Mariaje, te ha hecho grande. Tu crecimiento interior es tal que, a veces, da miedo. Una vez más, y ya perdí la cuenta, gracias. Por todo.

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    1. Querida Encarni: me has emocionado. No pensaba que alguien más además de mí pudiera recordar aquel espacio con tanto afecto. Has querido escribir un comentario, pero has escrito un post. Será el próximo que publique, lo merece. ¡Qué excelente escritora eres cuando te pones! Ojalá escribieras más. Gracias a tí, también por todo, y por tu cariño de verdad.

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