Allá que nos fuimos. Merilio y los demás iban en mi maleta, que para eso es mágica, y servidora con ella a la estación de Chamartín, donde subiría en un Alvia con destino a Euskadi. Al cabo de seis horas ya estaba almorzando en el popular café La Granja, en la Plaza Circular, con Salvador Robles y Cristina Benavent, anfitriones exquisitos que hicieron de mi breve estancia en mi ciudad natal algo inolvidable.