martes, 23 de julio de 2019

Un burro de goma

Imagen: CNN


Margarito no mide más de un palmo y tiene roída la punta de la oreja izquierda. Su cuerpo de color vainilla es de goma semidura, gruesa, más en las patas que en el lomo, sobre el que lleva unas alforjas de color púrpura. 

La pequeña Ketxu nunca lo tiene muy lejos, es su compañero de juegos desde que ella empezó a corretear a solas por el patio enlosado. Margarito en la mesa, entre las macetas, en el alféizar, bajo las sábanas o sobre la almohada, pocas veces en el baúl, mezclado con el resto de juguetes, casi siempre en manos de la niña, vigilado y vigilante. Otros juguetes se rompían, más pronto que tarde, mientras por Margarito pasaban los años sin dejarle más huella que una pátina satinada en la superficie. 

jueves, 18 de julio de 2019

En segunda persona


Imagen PxHere


¿Estuvo siempre tan lejos?

Quieres pensar que no te engañaste cuando lo consideraste luz en la tarde cálida. Entonces lo le creíste capaz de lecturas pérfidas, de no haberte leído más que a medias y con las gafas viejas de dioptrías caducas. 

miércoles, 17 de julio de 2019

De Julia y la guillotina, de Jonathan Allen


Portada de Julia y la guillotina by Jonathan Allen 


Las primeras historias de fantasmas que recuerdo son las de Edgar Allan Poe, y las de Lovecraft, si bien el encuentro inicial no fue con los textos originales, sino con su versión en cómic. 

Mientras retuve creencias en otra vida, temí a los fantasmas. Cobraban forma entre las sombras de las habitaciones oscuras de mi adolescencia, alimentadas por los relatos clásicos y mi imaginación. Perdida la fe en el alma inmortal, cauterizó el temor a las visitas desde el más allá, lo cual no me impide seguir disfrutando de ese juego literario que conforma un género en sí mismo, y del cual la historia de la literatura se nutre con memorables obras. 

La pulsión del océano



Fotografía: TimHill


Dedicado a Amparo Álvarez Reguero (Alma), poeta canaria. 


Su alma era vieja, como de haber vivido varias vidas. Vieja de tiempos, no de aliento vital. Ya antes de nacer escuchaba el canto del mar en su seno profundo, entre los latidos dulces de los días sin luz. Luego, ya en el mundo, nunca dejó de oír la llamada urgente, los miles de millones de átomos parlantes en noches líquidas de incansable vaivén. Y nadaba mar adentro, envuelta en el murmullo eterno, rompiendo con él en gritos amantes, abiertos en comunión a la pulsión de la vida. 

domingo, 7 de julio de 2019

Que no me falte




Que no me falte el valor de mirar el último rincón de mis moradas, que el miedo no impida desplomarse a los harapos colgados de mis ojos, que no tenga misericordia para desnudar las mentiras con que acicalo mi espejo. 

No me ha de matar la verdad, me sentenciará la herida de su mordaza. 

sábado, 6 de julio de 2019

Buscadores de néctar



Cuando el estruendo se apaga, cantan los pájaros. En el aire caliente zumban los insectos buscadores de néctar, y las flores se abren en pétalos infinitos de canciones lentas. Los árboles cuentan historias de viejas raíces que el corazón escucha, y se asienta en el regazo de sus memorias blandas, deshilachando flecos de melancolía, invocando a los fantasmas de su felicidad perdida.

Mariaje López©Tu escritora personal por Mariaje López se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial.

viernes, 5 de julio de 2019

Quimeras


Imagen: Adobe Stock


A veces pienso que jamás un ser humano podrá comprender a otro en lo profundo. Es fácil comprender en la media distancia. En las lindes esa capacidad se emborrona. Cuando hay espacio suficiente las aristas del otro no te cortan, y a él no le lastiman las tuyas. Hay aristas en la incomprensión del otro, no podemos superar la sólida creencia de que son los demás quienes se equivocan. Esa creencia, ofendida, no transige. Necesita dañar para mantener su absurdo. 

Esa locura. 

Ese sinsentido. 

lunes, 1 de julio de 2019

El paso de los días completos


Imagen: Pixabay



Era la primera vez que salíamos juntos, pero no estábamos solos. En realidad yo era la extraña, pues aquella decena de personas eran todas amigas tuyas. Pero cuando alzaste la copa al inicio de la comida, me miraste únicamente a mí, en un gesto que me sorprendió por su matiz, y que hoy, quince años después, todavía no he olvidado. Lo que leí en tus ojos no sabría explicarlo, pero supe que una puerta hasta entonces solo entornada se abrió para dejarme paso.