Parte II
El restaurante era discreto, pequeño y elegante; la comida exquisita y el vino delicioso. No podía decirse menos de la conversación. Ella se sentía en la gloria sumergida en el océano de la mirada de él. Charlando y riendo llegaron al postre.
—Es usted tan encantadora, Lissette.
—Gracias. Y usted muy amable, Adrien.
—Sin duda su dulce carácter fue de gran ayuda para conseguir el empleo que tiene. ¿Lleva mucho tiempo al servicio de mademoiselle Mistinguett?
—Cinco años. Somos casi como hermanas.
—Me preguntaba… —carraspeó. Parecía indeciso. Lissette imaginó que quería proponerle una segunda cita.
—¿Sí?
—Me preguntaba si usted querría… verá… siento reparo en proponérselo.
—No soy un ogro, atrévase.
—¿Un ogro? No por el amor de Dios, ni mucho menos —negó, un tanto reconfortado—. Pues verá, me preguntaba si usted querría presentarme a mademoiselle algún día de estos.