Fotografía: TimHill |
Dedicado a Amparo Álvarez Reguero (Alma), poeta canaria.
Su alma era vieja, como de haber vivido varias vidas. Vieja de tiempos, no de aliento vital. Ya antes de nacer escuchaba el canto del mar en su seno profundo, entre los latidos dulces de los días sin luz. Luego, ya en el mundo, nunca dejó de oír la llamada urgente, los miles de millones de átomos parlantes en noches líquidas de incansable vaivén. Y nadaba mar adentro, envuelta en el murmullo eterno, rompiendo con él en gritos amantes, abiertos en comunión a la pulsión de la vida.
La pulsión de la vida.
No de la muerte, sino de la vida inconmensurable de ser una con el mar. Acaso hubiera de aceptar el peaje que se le pedía para el tránsito, dejar una forma de vida para entregarse al océano y dejar que sus propias partículas se atomizasen en el seno del inmenso azul. Y llegar a las orillas lejanas convertida en espuma.
Al fin y al cabo qué era ella sino una gota buscando el todo, una lágrima perdida en la sonrisa del infinito. Pero aunque la llamada era fuerte, fuerte como el amor y fuerte como el deseo, ella sabría esperar, en la certeza de que al final del viaje su cuerpo sería entregado al océano, amante y amado, y sería ella misma océano, por los siglos de los siglos.
Mariaje López©Tu escritora personal por Mariaje López se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial.
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