Estoy convencida de que para curar el presente hay que aprender a amar el pasado. Parece una locura, porque hay tantas cosas del pasado que querríamos deshacer, que ante la mera idea de reconciliarnos con él, la más pura sensatez se rebela.
Algo más razonable, quizá, sería enfocarlo desde otro ángulo. Si tuviéramos una segunda oportunidad lo haríamos de otro modo, pero rara vez la vida nos presenta esa opción. Entonces, ya que no podemos cambiar aquello de lo que nos arrepentimos, ¿podríamos hacer las paces con nuestro pasado y con nosotros mismos? Realmente no puede garantizarse que sea posible, pero sé que vale la pena intentarlo.
Pueden darse pasos, se puede intentar comprender cómo sucedió y por qué. Con una mirada honesta y equilibrada, sin excusas y sin látigos. No se trata de eludir responsabilidades, sino de comprender los motivos que llevaron a aquello que hoy nos avergüenza o entristece. Aceptar la imperfección, tanto en nosotros como en los demás, es liberador, y adquirir el propósito de hacerlo mejor en adelante, es pacificador. La paz es el bien supremo de la existencia, de eso, tengo la certeza.
Mariaje López
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