viernes, 1 de agosto de 2025

El mundo de la línea infinita (extracto)


Imagen generada por IA



    Entretanto los días y las noches se engarzaban apacibles, sin perjuicio de que cesaran por ello los dimes y diretes en torno a su persona. Y es que algunas aves, cada día más irritadas consigo mismas por no ser tan bellas como deseaban, y lo que deseaban era serlo tanto como el pájaro azul, y celosas además por la fraternal relación que pájaro y árbol mantenían, no soportaban que su congénere viviese tan despreocupado, sin que ninguna sombra perturbara su placidez. 

Estas envidias les causaban a dichas retorcidas aves gran disgusto, aunque ninguna se atrevía a confesarlo. Enfermas de celos, no hallaban otra manera de rentabilizar su ocio que organizar corrillos para criticarle todo: si hacía porque hacía, si dejaba de hacer porque no hacía. No se daban cuenta —ni procuraban dársela—, de que en realidad el pájaro, por muy azul y extraordinario que fuera, se empleaba en las cosas normales de su especie: volar, cazar, alimentarse, chapotear, acicalarse, descansar... y vuelta a picotear, a volar, beber, arreglarse las plumas y dormir. 

Lo único que no hacía era murmurar como ellos, pues aún en el caso improbable de quererlo hacer, no tenía con quién. Bueno, estaba el árbol, pero a ninguno de los dos les gustaba perder el tiempo en una actividad tan necia. 


El mundo de la línea infinita, (M.A.R. Editor).

https://www.mareditor.com/.../El_mundo_de_la_linea...


Fluir (o la felicidad de ejercer un talento)



Fotografía: Hugo Lazaro Jimenez (Las manos de Salvador)

  

    En psicología se define como estado de flujo aquel estado mental operativo en el cual una persona está completamente inmersa en la actividad que ejecuta. Se caracteriza por un sentimiento de enfocar la energía, de total implicación con la tarea, y de éxito en la realización de la actividad. 
Mi querido amigo y maestro en tantas cosas, Salvador Robles Miras, hace muchos años que recreó este concepto, quizá sin pretenderlo, en el microcuento que reproduzco aquí. 

LA FUSIÓN
Me siento a la mesa de una tranquila cafetería. Son las 17 horas. Abro un libro y justo cuando empiezo a leer la primera página, lo cierro y aferro el bolígrafo; se me acaba de ocurrir una historia que tal vez se transforme en un relato. Escribo y escribo y escribo durante unos cinco minutos. ¿Cinco minutos? Consulto el reloj: las 18.30. Me he fundido con la historia durante un tiempo que tal vez se asemeje a la eternidad.

Salvador Robles Miras