Los lazos humanos se fraguan en las circunstancias, y son éstas y no la sangre, las que definen en última instancia la calidad del vínculo. La sangre no puede forzar esta calidad ni en un sentido ni en el contrario.
Puede forzarse, y se fuerza, el compromiso. Pero no sucede lo mismo con el afecto. Es imposible sentir algo que no hay, como es imposible dejar de sentirlo si está. Tanto si existe como si no, este resultado lo han creado las circunstancias.
Nadie debe sentirse culpable si no ama a quien está unido por vínculos de sangre. El amor no es un sentimiento voluntario, el compromiso sí. Y hay que sentirse tan libre para rehusarlo como para aceptarlo.
Uno puede responder por sus compromisos, pero de sus afectos no es responsable. De la comprensión de esto brota la liberación y el sosiego.
Aplica esto a tus vínculos; y mira si te cuadra.
Mariaje López.
Si lo deseas, puedes dejar un comentario.
Si lo deseas, puedes dejar un comentario.
Tu escritora personal por Mariaje López se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.
Cuanta sabiduría Mariaje, gracias por compartirla
ResponderEliminarMil gracias por tu tiempo, que sé que no te sobra, y es un regalo que me leas.
EliminarGracias, Mariaje. Yo tengo más alambradas que lazos, y son alambradas de sangre.
ResponderEliminarTucho; a pesar de ser un tema tabú, verás que todos tenemos alambradas. Habrá que armarse de unos buenos alicates. No para abandonarlas si parece extremo, pero si para que dejen paso a nuestra paz. El amor está libre de culpa, y se mira en su propio espejo, no en los reflejos que lo desvirtúan.
EliminarSabias palabras, amiga, muy sabias. Afortunadamente, quienes contamos con alambradas valoramos mucho más los lazos, esos que se forjan de la espontaneidad de los sentimientos y no de la dictadura de la sangre... Por desgracia, mientras que los lazos se atan en muchas ocasiones cada vez más fuerte, a la alambradas no hay quien les quite las espinas, por mucho que vayamos pertechados de los más potentes alicates. En fin, yo puedo decir que me siento muy orgullosa de todos los lazos que tengo esparcidos por el mundo y que mi alambrada aún me hace llorar de vez en cuando.
ResponderEliminar¡Ay compañera querida! Busquemos el alicate y dejemos que la alambrada guarde la forma que le plazca;abrámonos paso en la conciencia de que hacemos incluso más de lo que nos toca,y sintámonos satisfechos con ello. No elegimos a la familia, ni ella nos elige. La elección del corazón ha de ganarse, como sucede en la amistad. Y esto no tiene vuelta, por más que se la queramos dar.
EliminarEfectivamente, chata. Los míos, más que alicates, son ya tijeras podadoras, puesto que hace tiempo decidí dejar de darme contra el muro y aceptar lo que hay. Ahora, mi alambrada se ha convertido en seto (de ahí lo de las tijeras) al que le voy dando formas más o menos caprichosas en función de los acontecimientos. Es un apaño, lo reconozco, pero es más de lo que pensé que podría llegar a hacer dadas las circunstancias. Y es que ya se sabe, si no puedes con el enemigo, únete a él!!!
Eliminar