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Imagen de http://www.aramalikian.com/ |
Le llaman el violinista roquero. Pelo al viento, vistosos chalecos, vaqueros, pulseras, tatuajes. Y un violín, claro. De más de trescientos años, adquirido en Venecia. Dice Ara que no es su violín, sino que él es su violinista, porque los violines viven más y tienen más amores, y él sólo será una parte de esa gran historia. Afirma que cada violín se va guardando el alma de sus músicos, y para ilustrarlo cuenta una anécdota de cuando recibió el "Premio Internacional de violín Pablo Sarasate" y tuvo ocasión de tocar su famoso Stradivarius:
"Se trata de un violín extraordinario, pero no está tan bien conservado como el Cannone*1. Toqué obras de varios autores, y al final, tres o cuatro de Sarasate. El violín cambió. Empezó a sonar de un modo que me emocionó. Se veía que en este violín se habían tocado estas obras".
Ara Malikian dice, como ya han dicho muchos otros del arte en general, que la música no es para entenderla, sino para disfrutarla. Que la arrogancia y el exceso de solemnidad de cuño ortodoxo han encorsetado tanto a la música clásica, que cada vez es más reducido el número de espectadores que acuden a estos conciertos, que le apena profundamente la barrera que existe entre la orquesta y el público, que se siente mucho mejor cuando establece contacto con la gente durante las actuaciones. Y convencido del daño que tanta rigidez ha ocasionado a un arte tan maravilloso, quiere llevar la música clásica -y no clásica-, a todos los estamentos, a todo tipo de público, y especialmente a los jóvenes y a los niños, que son los que en su momento sintió más alejados de este entorno.
Y ha emprendido una cruzada personal para demostrar varias cosas: que un concierto de música clásica puede ser divertido, que para disfrutarlo no hace falta ser un experto, que no es cierto que haya un tipo de música más difícil que otro sólo porque uno tiene la firma del tiempo (y del talento, claro) y otro no, como por ejemplo las músicas del mundo. Porque todo puede hacerse bien y mal.
Ese es su empeño, y trabaja 365 días al año para lograrlo. No tiene vacaciones, pero es feliz así e incluso le gustaría poder llegar a hacer más. Malikian no sólo es un virtuoso, es un trabajador abnegado.
No le falta razón en lo que dice; quienes ven con malos ojos sus esfuerzos para sacar a los clásicos de la élite, me recuerdan a esos clérigos reaccionarios atentos al reclamo de Juan Pablo II (que no gustaba de los sacerdotes vestidos de paisano), y van por la vida a golpe de sotana y alzacuellos solo para recordarnos que ellos son los elegidos por el Señor para dirigirnos a nosotros, míseros seglares, en nuestra pecaminosa vida. De paso digo que el concepto de director espiritual me parece profundamente inmoral, pero dejemos esto.
Pues bien, Ara no tiene ningún problema para divertirse en escena mientras toca a los clásicos, se nota y nos divertimos con él. Por eso la transmisión es tan directa; su disfrute llega al espectador como llega su emoción, su sentido del humor, su pasión por la música y el amor a todo lo que tiene que ver con ella. Hay un desierto entre el hecho de tocar muy bien un instrumento, y el de poder obrar prodigios tocándolo, conmoviendo el corazón de quien lo escucha. Incluso, y sobre todo, si ese espectador no es un entendido en la materia.
Era de esperar que fuera criticado por esto, algún comentario sañudo he visto por ahí, muy aislado es cierto, pero de una mezquindad que resulta incomprensible para una mente medianamente libre. Les guste o no, este armenio libanés (ambos ascendentes tiene) está haciendo por la música clásica infinitamente más que todos los celosos guardianes de las formas. Tal vez estén más interesados en pertenecer a esa élite que en ver llenos los teatros. No digo que todos tengan que hacer lo que Malikian, pero sí al menos valorar su capacidad de encontrar maneras de salvar distancias. Se empieza por el corazón. Luego ya irá la cabeza, que por algo la música es matemática pura. Y Ara no sólo nos ofrece su arte, además nos conquista con su simpatía y carisma.
He tenido la suerte de verle actuar en varias ocasiones en directo. La primera, con tres extraordinarios músicos más en la muy recomendable "Pagagnini", y las demás acompañado por "La Orquesta en el Tejado" uno de los felices logros del violinista. Se trata de una orquesta de jóvenes pero estupendos músicos, de su escuela, si no me equivoco.Y en el tejado parecía que estaban en Hoyo de Manzanares, cuando se levantó un viento que obligó a pegar los atriles al piso con cinta americana. Algunas partituras salieron volando por los aires, como bien podrá contar el magnífico violista Humberto Armas, que tuvo que rescatar las suyas de mano de un joven colega que, sin dejar de tocar, la había atrapado con el pie. Luego Ara hizo uso de su chispa: "No sólo hay que correr tras las notas, sino también de las partituras". Al final hubo sorpresa, una placa conmemorativa por ser la cuarta vez que actuaba en Hoyo. Allí, como en cada sitio que se le conoce, se le quiere.
Para escribir este post he escuchado muchas de las entrevistas realizadas a este maestro. Me ha llamado la atención su naturalidad, su alegría de vivir, su generosidad. Y especialmente su sentido del humor. Tiene gracia para narrar anécdotas, es ocurrente, gusta oírle hablar. Lo dice todo muy tranquilo, con una humildad sorprendente, y en alguien tan grande como él, hasta inconcebible.
Cuando le ves evolucionar en escena te preguntas cómo es posible tocar así el violín; saltando, corriendo, tumbado en el suelo, o girando como una peonza durante casi un minuto, sin tropezar, caerse ni desafinar.
En sus conciertos hay gente de todas las edades, y nunca faltan los niños. En Pagagnini no tuve suerte con uno de los padres, como relaté en su momento en Herodes Superstar. Todos disfrutan. Se ríen y se conmueven. Algunos salen convencidos de haber descubierto su vocación. Otros se van con ella amplificada, como si hubieran soltado lastres que ni siquiera sabían que arrastraban.
No estamos para desperdiciar la verdadera magia; ni la belleza de una noche sumergida en música. El violinista paseaba entre nosotros seduciéndonos, envolviéndonos en una burbuja sin tiempo y sin prejuicios.
Y si entre los que leen este post hay un "tú" que se siente por encima de todo esto, puede que desprecie lo que digo. Ya de antemano te doy la razón en lo que a mí se refiere: no soy una entendida, a pesar de que el violín no es ajeno a mi familia. Pero esa es otra historia. En lo que atañe a Malikian no me fiaré de tu culta opinión crítica. Tampoco voy a fiarme porque sí, no vayas a creer, de los que lo encumbran y premian, que son la inmensa mayoría. No, ni de ellos que lo alaban ni de ti que lo criticas sañudamente me fío: sólo atiendo a lo que sentí la otra noche cuando este greñas prodigioso tocaba el violín, y te puedo asegurar que fue algo magnífico.
PREMIOS:
“Felix Mendelssohn” (1987 Berlín, Alemania)
“Pablo Sarasate” (1995 Pamplona, España)
“Niccolo Paganini” (Génova, Italia)
“Zino Francescatti” (Marsella, Francia)
“Rodolfo Lipizer” (Gorizia Italia)
“Juventudes Musicales” (Belgrado, Yugoslavia)
“Rameau” (Le Mans, Francia)
“International Artist Guild” (Nueva York, USA)
Premio “International Music Competition of Japan”
“Premio a la Dedicación y el Cumplimiento Artístico” del Ministerio de Cultura de Alemania
Premio “MAX de las artes escénicas” a la "Mejor composición musical para espectáculo escénico" Galardonado dos veces en “Los premios de la música” por las categorías de "Mejor álbum de nuevas músicas" y “Mejor intérprete de música clásica”.
Notas: *1: Cannone: Violín más preciado del gran Paganini. Cada año se lo ceden a un solista reconocido para que lo toque, y Malikian ha sido uno de ellos.
Notas: *1: Cannone: Violín más preciado del gran Paganini. Cada año se lo ceden a un solista reconocido para que lo toque, y Malikian ha sido uno de ellos.
Mariaje López.
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Tu escritora personal por Mariaje López se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.

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