Titicaca, un mar en las alturas. |
Siempre he tratado de imaginar la conmoción de los conquistadores españoles cuando vieron por primera vez un mar en las alturas. A casi 4.000 m. por encima del Pacífico. Seguramente no podrían dar crédito a lo que contemplaban sus ojos.
Titicaca significa Puma Gris, o según otra traducción que trata de sintonizar con las leyendas, Pumas de Piedra. Dicen que el Puma Gris no tiene fondo, pero lo tiene; 283 m. en su parte más profunda. No es el lago más grande del mundo, pero sí el más alto. Muchos viajeros enferman aquí de soroche, el mal de altura. Afortunadamente, a mí no me afectó (eso, o es que el mate de coca me sentó muy bien, aunque no creo que influyese porque era infusión, no la bola de hojas mezclada con cal). Contrariamente, al llegar a Madrid noté que a mis pulmones les costaba atrapar el aire; quizá me había acostumbrado al que se respira más cerca de las nubes.
Salimos de Arequipa en un microbús de la compañía 4M Express (que recomiendo), para enlazar con otro bus más grande que venía de Chivay, y mientras tanto nos invitaron a un mate y a un emparedado que estaba delicioso. Una alpaca que había por allí volcó una de las tazas para comerse las hojas de coca con verdadera fruición.
Paco facilitando a la alpaca su aperitivo. |
A Puno llegamos por carretera atravesando el altiplano por Lagunillas, a 4.174 m. de altitud, reserva natural donde pudimos ver rebaños de vicuñas, de lana suavísima y precio prohibitivo; y en el lago, apurando las últimas ráfagas de sol, estaban los flamencos. Llegamos al pueblo sobre las seis de la tarde, y eso en Perú, al menos en primavera, quiere decir que ya era de noche.
Vicuñas de la Puna-(Altiplano) |
Flamencos en Lagunillas |
Nos hospedamos en el Hotel Totorani, que nos habían recomendado en Arequipa. Lo menciono por si sirve: está muy limpio, bien situado, y sus precios son estándar: 45$ la habitación doble. Alberto, el dueño, es encantador y solícito. Como su madre, que le echa una mano en lo que puede. Él nos gestionó la excursión al Titicaca del día siguiente. Diseminados por las paredes del hotel tiene cuadros costumbristas indígenas, todos del mismo pintor, Juandino, un punense muy reconocido ya fuera de sus fronteras. Un ejemplo de su arte es esta pintura que presidía nuestra habitación:
Músico tocando la quena - Juandino |
Otro madrugón; llevamos muchos en este periplo. A las 6:30 nos facilitan el desayuno, y a las 7:00 vienen a recogernos para ir al puerto. Tenemos un guía aymara trilingüe. No nos habla de la contaminación de la bahía, claro. Puno no tiene a día de hoy una planta potabilizadora de aguas negras. Y algunos de los ríos que desembocan en el lago traen metales pesados por los vertidos incontrolados de las minas que hay en su curso. Las alertas internacionales ya se han producido: hay peligro de contagio para el resto del lago. Si quieres verlo con tus propios ojos, aquí tienes un documento:
Una vez más, los humanos acuchillando el vientre que nos cobija. Somos una lacra para el planeta. No hay otro animal que destruya todo lo que toca como lo hacemos nosotros. Se reconoce donde estamos por el rastro de basura. Pero prosigamos, afortunadamente la mayor parte del lago todavía está limpia, aunque no sé por cuánto tiempo.
Penetramos en la zona de las islas de totora. La totora es una especie de junco que puede llegar a medir hasta 4 metros, de los cuales la mitad está sumergida. Esta planta semiacuática es la base del modo de vida de los Uros.
Me resultaron particularmente simpáticos, especialmente las mujeres, con sus caras regordetas en cuyas mejillas aparecen indefectiblemente dos profundos y graciosos hoyuelos al sonreír. Me encantan sus coletas rematadas por voluminosos borlones; negros si son casadas, de alegres tonos si solteras, y sus faldas ahuecadas de telas ásperas y colores vibrantes. En sus rasgos y maneras se evidencia la nobleza de su carácter.
Foto: Mariaje López |
Los Uros son de una cultura preincaica. Habitaban en las orillas del Titicaca, y cuando Pachacútec los asedió, ellos se refugiaron en el interior del lago. Empezaron a construir su nuevo territorio sobre islas flotantes hechas a base de juncos. Desde entonces viven de la pesca, de las aves autóctonas, de las que recolectan sus huevos, y bordan tejidos con sus símbolos sagrados, que luego venden a los turistas. Son una de las pocas etnias que todavía hablan el aymara, lengua en serio peligro de extinción. No han contado con el apoyo de los sucesivos gobiernos peruanos.
¡Ah, si! Fujimori se los ganó porque durmió una noche con ellos, les puso paneles solares y se hizo muchas fotos de campaña. Son nobles, ya lo he dicho, para ellos es bueno el que se preocupa por su suerte -o lo aparenta-, quien les visita. Ignoran, o inconscientemente prefieren ignorar todo lo que Fujimori ha hecho y ha dejado de hacer en el resto del país. Él hizo algo que mejoró sus vidas. Ahora pueden leer de noche, sin preocuparse porque las velas les organicen incendios. El fuego es un elemento especialmente peligroso en el poblado de los Uros, ya se entiende porqué. Pueden ver la tele y escuchar la radio. También hay, cómo no, otra historia de los Uros que el turista sólo intuye. La de la probreza y las dificultades extremas, la de la exclusión. Vamos a centrarnos en la esperanza: si quieres conocer algo más de sus inquietudes y sueños, aquí te dejo este vídeo:
La totora sirve también de alimento, se pela como una banana, se le quita un pellizco del principio y unos 50 centímetros más son comestibles. Se toma cruda como una fruta y tiene mucho yodo. Nos la dieron a probar: es blanca, esponjosa y fresca, de sabor suave.
Abandonamos la Bahía de Puno a ritmo lento, aunque después me he enterado de que en una lancha se puede tardar el doble. Entre los extremos de las penínsulas de Capachica y Chucuito divisamos barcas de madera con extrañas velas hechas con sacos de harina. Hasta aquí tienen que llegar los Uros para conseguir algo de pesca comestible. Y más lejos aún habrán de ir a recolectar totora grande para las casas.
Empleamos dos horas largas para alcanzar la costa de Taquile, una de las primeras islas a las que se accede desde Puno, la otra es Amantaní que está enfrente. Pero no disponemos del tiempo necesario para visitar las dos, ni para adentrarnos en el lago hasta la Isla del Sol y contemplar los glaciares de Bolivia.
Bordeando ya Taquile, podíamos ver las terrazas de cultivo que dominan el paisaje de la isla. En Taquile viven los Hijos del Sol, descendientes directos de los incas cuya cultura permanece casi intacta a pesar del trasiego de turistas. Son la mar de interesantes. Pero eso te lo cuento en tu próxima visita, que ya se va haciendo tarde, y es tiempo de recogerse.
Ibis en las Islas Flotantes |
Mariaje López.
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Que gran cuaderno de bitacora. Ardo de impaciencia por leer la siguiente etapa. Gracias por sacarme a la luz el mundo donde se pone el Sol (o donde nunca se pone).
ResponderEliminarQuerido Carlos: la luz la llevas dentro tú. Eres como los iconos rusos.
EliminarUn abrazo.
Precioso reportaje, pero agridulce, lo digo por lo de la cuchidada al vientre que tan convenientemente ilustras con el video.
ResponderEliminarPues sí. La verdad es que cuando paseo por algún sitio maravilloso y me encuentro basura me avergüenzo de pertenecer a mi especie. Es algo que llevo muy, pero que muy mal.
EliminarUn abrazo enorme.