(Microcuento histórico, que leí en el programa Sexto Continente de RNE, hace dos sábados). Puedes escuchar el programa aquí.
El enigma Blancanieves
Alan se hizo mayor, fue un genio de las matemáticas, padre de la informática, y gracias a su ingenio para descifrar la máquina Enigma de los nazis, se salvaron más de catorce millones de vidas.
Cuando años más tarde la policía descubrió su cadáver, envenenado con cianuro, sobre la cama, y vieron la manzana mordida en la mesilla, no lo dudaron: Alan Turing se había suicidado. Incluso sus amigos lo tomaron como un último acto poético dedicado al personaje que le había hechizado en su infancia.
A nadie pareció extrañar, ni se consideró seriamente, que en la libreta que estaba junto a la manzana, el científico se hubiera tomado la molestia de escribir una lista con todo lo que tenía que hacer el fin de semana.
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