martes, 26 de noviembre de 2024

Los ojos de mi padre



Foto: Juan Antonio López del Amor (Archivo personal)


    La primavera más bella que he contemplado nunca estuvo en los ojos de mi padre. Tenían el verdor y la luz radiante, la humedad precisa, y los sueños en reposo a la espera de su floración. Cuando quiero volver a la esperanza y emborracharme de alba, tengo dos lugares a los que escapar: la sonrisa de mi niña y los ojos de mi padre. 

A los ojos de mi padre se asomaba la bondad, como una joven hermosa inclinada al balcón, ansiosa por contemplar la vida. Yo podía verla cuando los miraba, pues la felicidad, incapaz de esconderse entre los rincones, encontraba allí su reflejo. Cuando mi padre era feliz lo proclamaban sus ojos, y la sonrisa siempre llegaba después, incapaz de alcanzarlos. 

Todavía hoy, si por alguna cosa me avergüenzo, o no estoy contenta de mí, busco como último recurso mirarme con los ojos de mi padre, y a través de sus aguas, renovar las promesas de mi inocencia bautismal. 

Solo tuve esa luz, ese borbotón de primavera durante ocho años, la época dorada de mi infancia. Pero su fuerza permanece cuando la inmundicia me cerca, y levanta una atalaya sobre la miseria para que mi mirada pueda alcanzarlo. Y así, mirándome en su espejo, pueda beberme un sorbo de pureza. 

Porque la primavera más bella que he contemplado nunca, estuvo y sigue estando en los ojos de mi padre. 


Mariaje López

Tu escritora personal por Mariaje López se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial.  


sábado, 2 de noviembre de 2024

Salvador, maestro y amigo del alma.

 

Amigos del Alma

Salvador Robles Miras



    Abrid paso al mejor de los amigos, vosotros que le precedisteis en la otra orilla. Abramos paso al recuerdo, los que quedamos atrás. Alfombremos el puente con todas las páginas que quedaron en blanco, y escribamos en el cielo de las letras el nombre de un hombre noble, franco y leal. 

Abramos paso al amigo de tantos. Al proclamador de la vida y del amor, al practicante de la bondad, al rastreador de belleza e incansable defensor de la equidad. Abramos el paso, y el corazón, a la radiante verdad de un espíritu que nunca usó armadura, cuya grandeza muy pocos alcanzan a igualar.    

Abramos paso, y que su huella se haga reliquia en nuestra memoria, y que sus gestos y palabras se enroquen en el corazón. 

Abramos paso al que nos deja ahora para ya estar con nosotros siempre.   

Lo que aprendimos a su lado lo atesoramos, porque lo hicimos nuestro, y su limpio afecto vive intacto en nuestro mejor recuerdo.    

Abramos paso al amigo, que fue refugio de tantos, para que su pie no roce ya con arista alguna, para que esparza tras de sí el oro de sus palabras, ya en tinta indeleble, como indeleble fue el afecto que en vida le profesamos, y por el que recibimos ahora nuestra feliz herencia: una llama cálida que no fenece, la alegría de habernos encontrado en el camino, y el inmenso honor de haberlo caminado, a luminosos trechos, de la mano. 

Nos quisiste bien y te quisimos mucho, maestro. Y en nosotros vivirás por siempre, para que en las horas de flaqueza tu nombre haga acto de presencia, y nos recuerde quiénes somos. 


A Salvador Robles Miras, Águilas (Murcia) 28/07/1956 – Bilbao 02/11/2024


Mariaje López

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viernes, 1 de noviembre de 2024

El penúltimo día




    

    Las metas no siempre son la victoria. Las metas pueden ser injustas, y a menudo lo son. Son las que aparecen cuando ibas en pos de otra meta. Las que no vislumbraste, y surgieron de pronto. Las que te impusieron, no sabes quién, ni cómo, ni desde cuándo. 

Ese penúltimo día, que aun sin pensarlo como tuyo te lastima, te enfrenta con tu ingravidez, con la tibieza de tus pasos en este mundo, con la necia ilusión de pensar que es posible retener cualquier anhelo en las manos. La vida nunca supo de justicia ni de lo contrario. La vida, simplemente, es. No tiene en cuenta los afanes de sus criaturas, no entiende de ellos ni le incumben. 

A la vida le basta con dársenos, y se retira cuando le place. Solo nos deja vivirla como mejor podamos, estar atentos a los ritmos que impone, y a sus regalos también; porque tal como los brinda los sustrae, sin argumentos para lo uno y lo otro. 

El penúltimo día es el plazo inexorable del que no siempre disponemos, pero si nos es dado, más vale detenerse a pensar en cómo puede invertirse, porque mañana ya no será. 



Mariaje López

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