Las metas no siempre son la victoria. Las metas pueden ser injustas, y a menudo lo son. Son las que aparecen cuando ibas en pos de otra meta. Las que no vislumbraste, y surgieron de pronto. Las que te impusieron, no sabes quién, ni cómo, ni desde cuándo.
Ese penúltimo día, que aun sin pensarlo como tuyo te lastima, te enfrenta con tu ingravidez, con la tibieza de tus pasos en este mundo, con la necia ilusión de pensar que es posible retener cualquier anhelo en las manos. La vida nunca supo de justicia ni de lo contrario. La vida, simplemente, es. No tiene en cuenta los afanes de sus criaturas, no entiende de ellos ni le incumben.
A la vida le basta con dársenos, y se retira cuando le place. Solo nos deja vivirla como mejor podamos, estar atentos a los ritmos que impone, y a sus regalos también; porque tal como los brinda los sustrae, sin argumentos para lo uno y lo otro.
El penúltimo día es el plazo inexorable del que no siempre disponemos, pero si nos es dado, más vale detenerse a pensar en cómo puede invertirse, porque mañana ya no será.
Mariaje López
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