viernes, 3 de mayo de 2013

Selecciones del Reader's Digest

Tendría yo 17 años cuando a mi tío Pepe se le ocurrió regalarme una suscripción anual a la revista de bolsillo Selecciones del Reader's Digest. Aquel fue un gran regalo, y te contaré por qué.  


Por entonces vivía, o hacía el simulacro, con mi madre viuda, la madre de ésta y mi pequeño hermano de nueve años, en un barrio limítrofe de Carabanchel Alto. A aquella casa nunca pude -ni puedo- llamarla hogar. No me sale con naturalidad. Si lo hago inadvertidamente me vuelve el repiqueteo abismal de la falacia. Tal vez de ahí me nace la nostalgia de Ítaca. 

Todos los meses recibía el envío puntualmente. Cuando subía el primer tramo de escalera al volver del trabajo, y avistaba en el troquel de los buzones la familiar tipografía de la marca, una chispilla de emoción iluminaba mis ojos (lo sabía, aunque no pudiera verme); espantando en ellos la bruma perpetua de una inmensa tristeza.

Esa revista era quizá lo único que me pertenecía, en una época en la que tantas cosas me habían sido arrebatadas. En aquellos años me despojaron hasta de mí misma, y de no ser por ese gramo de rebeldía que alimento, habría sido para siempre. Con mi exigua posesión en la mano, procuraba buscar el espacio necesario para hundirme en una esquina del sofá de skay, y apurar la costosa e infrecuente calma necesaria para sumergirme en los textos seleccionados; a mi examen, algo más que una simple escapatoria. Además de grandes artículos resumidos, la revista tenía secciones fijas que me encantaban. Como la de Alonso Zamora Vicente, Secretario de la RAE por entonces, que se titulaba Enriquezca su vocabulario, y en la que proponía para cada una de las veinte palabras elegidas, cuatro posibles definiciones, de las cuales sólo una era la acertada. Azar o sincronía, he terminado viviendo en una calle con su nombre. 

 

Luego estaba la Sección de Libros; a la que se destinaban las últimas treinta páginas, más o menos, y que incluía el resumen de una novela. También había colecciones de chistes, que buena falta me hacían, y muchas Citas Citables. Los artículos sobre avances científicos y tecnológicos, asiduos protagonistas del sumario, eran de mis favoritos.
 

 Pero los que más me gustaban eran los de corte intimista, que hablaban unas veces de acontecimientos especiales en las vidas de las personas, y otras, de todo lo contrario; aproximaciones a lo cotidiano desde un punto de vista apasionante, que sabía celebrar el gozo y la belleza de la simplicidad. Eran éstos últimos los que establecían el vínculo definitivo con mi espíritu, tan hambriento de sosiego y armonía. Eran tiempos de malos sueños que al despertar se cumplían; de un infierno rutinario espantosamente previsible, donde el plato diario era la desesperación, que a fuerza de costumbre, se había vuelto insípida. Me rebelé siempre, pero a medias. No hay nada peor.

 
Aquella pequeña revista que se publicaba en 32 países y en 13 idiomas, y que llegaba a nuestro buzón etiquetada con mi nombre, rigurosamente fiel a la cita, consiguió hacerme partícipe y confidente de esas otras realidades que, al margen de sus páginas, me parecían tan ajenas e inalcanzables. Al terminar el primer año renové la suscripción, y la mantuve durante varios más. Conservaba todos los números como un preciado tesoro. A veces los repasaba, y los clasificaba por fecha guardados en cajas de zapatos. Ello me ofrecía la ilusión de poder ordenar el desbarajuste de mi propia vida, algo tan inverosímil. Las necesidad imperiosa de orden, nunca conseguido mas que transitoriamente, posee raíces tercas y profundas. Cuando durante ese proceso las revistas se deslizaban entre mis manos, notaba su corriente secreta fluyendo como una torrentera fresca y limpia por los cauces de mi alma embarrancada. 


La colección afrontó conmigo varias mudanzas, y ya de casada, soportaban junto con mis otros libros las quejas de mi ex marido por su considerable peso. Él sólo leía revistas del corazón, lo cual, de no haber estado yo tan desorientada, habría sido motivo suficiente para dejarle. Los paquetes con todas las revistas de Selecciones se perdieron para siempre en algún punto del trayecto entre Figueras y Carabanchel Alto. Porque allí volví otra vez. Si segundas partes casi nunca fueron buenas, no puedes imaginar, amigo mío, lo que son cuando la primera ya fue mala. Quedaban dos años largos para aterrizar en Alcalá de Henares. A esa mudanza también vinieron esas otras cajas invisibles que uno lleva a todas partes, y que nunca se pueden dejar atrás hasta que no has hecho limpieza. Pero al menos allí, en la ciudad de Cervantes, a ratos podía respirar. 

Hace unas semanas, mi hija, que es merodeadora habitual de mercadillos de libros y prensa antigua, descubrió un Selecciones de 1.977 cuya réplica desaparecida, por sí sola, supuso un hito en esta historia. Pero eso te lo contaré en la próxima merienda, y así tenemos otra excusa para vernos.


Mariaje López.

Si lo deseas, puedes dejar un comentario.



6 comentarios:

  1. ¡Qué chulo!! ¿Y conservas alguna de las revistas?... Nos tendrás que contar, en la merienda prometida, la segunda parte. Ya sabes, a primeros de junio seguro. Bajo el tilo. Besitos guapa!!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias Mariajo. No conservo ninguna, la de las fotos es la que encontró Verónica, y que casualmente es la revista que... (continuará en el próximo post, y repetición íntegra para las 5 Fantásticas... bajo el tilo, naturalmente. ;-)

      Eliminar
  2. Me acuerdo de la revista, nunca estuve suscrito a ella porque esas cosas no dependían de mi, pero la iba encontrando en casas ajenas y leía sus artículos, que me gustaban. Aquí, en este post, esos retazos tristes de tu vida tienen entidad para formar un capítulo aparte del Reader´s. El extravío de ese tesoro, entre Figueras y Carabanchel, me dolió. Todo gracias a tu poesía. También me hizo gracia la secuencia de tu ex, que anticipa a las claras por qué alcanzó esta condición.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Te he dicho que me encantan tus comentarios? Tienes la misma mano con ellos que con tus post, salvando el calibre. Me honra que pases por aquí y dejes huella. ;-)

      Eliminar
  3. oh maravillosa revista, desde muy niños en casa siempre fue el libro preferido de mis padres y por supuesto todos mis hermanos llegabamos a ella avidos de descubrimientos, historias, chistes, formacion cultural, noticias del mundo. es mi libro preferido y tengo una coleccion muy buena, que a pesar de los trasteos ahì se conservan y recurro a ellas para recordar a mis 55 años, esas lecturas que me hacian soñar, asi siempre estuviera aca en mi pueblito del Caqueta en Colombia o alla en las fincas de mis tios y tias, donde era texto exquisito de lectura y comentarios.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Henry, me alegra saber que a mucha más gente le sudecía lo mismo que a mí. Qué suerte haber podido conservar la colección. Muchas gracias por tu comentario, y espero poder volver a saludarte en el futuro, aunque sólo sea por haber compartido esta experiencia. :-)

      Eliminar