jueves, 20 de marzo de 2014

Nada nos separará. (Recuperar el niño que fuimos).



Cala Bonna - Blanes (Gerona)

Resplandece el día y aprieta el calor. Entre el ribete de piedras que orlan la orilla se abre un hueco en el que irrumpen las olas, encharcando la pequeña cavidad de arena blanca, que nunca vacían del todo al marcharse, para regresar después suavemente con el dulce vaivén de una canción de cuna. Dejan a su paso estrellas de luz de cuatro puntas que brillan trémulas en el fondo.
Una niñita de largas trenzas juega a ser sirena, imaginando islas de costas negras donde las aguas rompen en las montañas. Cerca está la madre, vigilante, y a su lado el padre que sonríe con su mirada líquida de arrecife. Agazapada en la sombra de su ceño, una mujer de pelo blanco la mira con el gesto agrio destapado. Es el huracán que romperá su vida y la del hermano que aún tardará en nacer. La niña sirena, ajena al porvenir, hunde las manos en el agua, y las troca en nubes que vierten lluvia en su mediterráneo.
Al fin la niña repara en la extraña que lleva largo rato observándola, y que no es otra que ella misma en la edad futura. Nos ha sido dado encontrarnos fugazmente cara a cara, y se nos ha concedido un breve intervalo para reconocernos. En su carita rellena se han formado hoyuelos de alegría. Por su expresión radiante compruebo que intuye quién soy, que es ella misma. Lleva medio siglo esperándome, y no obstante parece conocerlo todo sobre mí. Me estremezco al contemplar su noble mansedumbre y no puedo evitar pensar en su destino. 
El océano ha traído hasta la costa las piezas deslavazadas de mil naufragios, materiales que han de servir para forjar cosas nuevas y mejores. "No te entristezcas", dice mirándome la niña con sus ojos dulces de avellana. "Con todo esto aprendiste y nos has salvado a las dos". 
La corriente de resaca se lleva los desechos mar adentro, y centenares de lenguas húmedas lamen la orilla como si fueran gatos. Me arrodillo junto a ella, y rozo con los dedos su piel suave, la cara traviesa, las trenzas mojadas. "Ahora ya nunca nos separaremos" afirma con el rostro iluminado. "Sí. Ya nada nos separará", respondo convencida de que lo que digo es cierto.

Nos alejamos bordeando la costa, mezclando nuestras huellas desiguales en la arena lisa y fría, con la sonrisa puesta en los labios y un brillo idéntico en la mirada. Como bailarinas cogidas de la mano, sin volver la vista atrás. 



Mariaje López.

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4 comentarios:

  1. Qué bonito Mariaje. Dar la mano a la niña, caminar con ella por la arena de playa, sabiendo que estarán ya juntas para siempre... Gracias por éste bello relato.

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    1. Gracias Arancha, imaginé que este post te gustaría. Un abrazo enorme, linda.

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  2. Preciosísimo. Ciertísimo. Felicidades!!!!

    Mariajo

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    1. Gracias síster. A ti también hay que darte la enhorabuena, pues tu jamás te alejaste demasiado de esta playa, me parece. ;-)

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