Cala Bonna - Blanes (Gerona) |
Resplandece el día y aprieta el calor. Entre
el ribete de piedras que orlan la orilla se abre un hueco en el que
irrumpen las olas, encharcando la pequeña cavidad de arena blanca,
que nunca vacían del todo al marcharse, para regresar después suavemente con el
dulce vaivén de una canción de cuna. Dejan a su paso estrellas de luz de
cuatro puntas que brillan trémulas en el fondo.
Una niñita de largas trenzas juega a
ser sirena, imaginando islas de costas negras donde las aguas rompen en las
montañas. Cerca está la madre, vigilante, y a su lado el padre que sonríe con
su mirada líquida de arrecife. Agazapada en la sombra de su ceño, una mujer de
pelo blanco la mira con el gesto agrio destapado. Es el huracán
que romperá su vida y la del hermano que aún tardará en nacer. La
niña sirena, ajena al porvenir, hunde las manos en el agua, y las troca en
nubes que vierten lluvia en su mediterráneo.
Al fin la niña repara en la extraña que lleva
largo rato observándola, y que no es otra que ella misma en la edad futura. Nos
ha sido dado encontrarnos fugazmente cara a cara, y se nos ha concedido un
breve intervalo para reconocernos. En su carita rellena se han formado hoyuelos
de alegría. Por su expresión radiante compruebo que intuye quién soy, que es
ella misma. Lleva medio siglo esperándome, y no obstante parece conocerlo
todo sobre mí. Me estremezco al contemplar su noble mansedumbre y no puedo
evitar pensar en su destino.
El océano ha traído hasta la costa las piezas
deslavazadas de mil naufragios, materiales que han de servir para forjar cosas
nuevas y mejores. "No te entristezcas", dice mirándome la niña
con sus ojos dulces de avellana. "Con todo esto aprendiste y nos has
salvado a las dos".
La corriente de resaca se lleva los
desechos mar adentro, y centenares de lenguas húmedas lamen la orilla como
si fueran gatos. Me arrodillo junto a ella, y rozo con los dedos su piel suave,
la cara traviesa, las trenzas mojadas. "Ahora ya nunca nos
separaremos" afirma con el rostro iluminado. "Sí. Ya
nada nos separará", respondo convencida de que lo que digo es cierto.
Nos alejamos bordeando la costa, mezclando
nuestras huellas desiguales en la arena lisa y fría, con la sonrisa puesta en
los labios y un brillo idéntico en la mirada. Como bailarinas cogidas de la
mano, sin volver la vista atrás.
Mariaje López.
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Qué bonito Mariaje. Dar la mano a la niña, caminar con ella por la arena de playa, sabiendo que estarán ya juntas para siempre... Gracias por éste bello relato.
ResponderEliminarGracias Arancha, imaginé que este post te gustaría. Un abrazo enorme, linda.
EliminarPreciosísimo. Ciertísimo. Felicidades!!!!
ResponderEliminarMariajo
Gracias síster. A ti también hay que darte la enhorabuena, pues tu jamás te alejaste demasiado de esta playa, me parece. ;-)
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