miércoles, 13 de noviembre de 2019

Indiferencia





Lo ignoraba todo acerca de sí mismo. No recordaba su edad, ni su nombre, ni por qué se veía obligado a permanecer siempre anquilosado en la misma postura erecta, con la garganta muda y los ojos abiertos sin pestañear.

Y qué decir de su memoria, que no iba más allá de la noche anterior, la cual pasó en aquel callejón mugriento donde le sorprendió amanecer. Y ahora, durante el día, los transeúntes se mostraban indiferentes a su sufrimiento; y eso a pesar del descaro de sus miradas al pasar por su lado.

Era imposible que ellos no percibieran su miedo, que no advirtieran su gesto de impotencia y desesperación. Resultaba evidente que pedía auxilio; había que estar muy ciego para no verlo.

Aquel invierno inusualmente cálido le hacía sudar copiosamente a pesar de tener el frío instalado en el cuerpo. Casi toda la nieve acumulada la noche anterior estaba derretida a la mitad del día, cuando el sudor helado resbalaba por su frente nublándole la vista. Lloraba ya sin tregua ni disimulo, pero nadie se acercó a preguntar.

Fue entonces cuando sufrió un desmayo. Al volver en sí y contemplar el mundo desde el suelo, creyó reconocer a las dos figuras que por una vez se acercaban corriendo. Comprobó desconcertado que aquellos niños le resultaban vagamente familiares. Antes de que la luz se apagara, logró escuchar lo que se decían:

—¡Ya te lo advertí, cabezota, que aquí daría el sol todo el día!
—Tienes razón. No era un buen sitio para un muñeco de nieve.


Mariaje López©Tu escritora personal por Mariaje López se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial.

No hay comentarios:

Publicar un comentario