Llega la nieta y mira a su abuela: la reconoce, es la Paqui, su Paqui. Se muda toda en dulzura, coge sus manos, y llora con disimulo, inclinado el rostro.
Le dice —se dicen—cosas bonitas, palabras tiernas y risueñas. Las miradas rebosan, se truecan los milagros en la luz vespertina. Se intercambian gestos consabidos, contraseñas que les son propias y familiares.
La nieta encuentra los manantiales perdidos, zahorí de los pedregales que en lo profundo rezuman.
La besa —se besan—. Se marcha triste por lo que deja, y feliz por lo que permanece.
Mariaje López
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Este Blog esta sin publicar desde hace tiempo. Entro y lo encuentro desierto y desangelado.Estoy seguro que su responsable, la Escritora, no lo tiene abandonado voluntariamente. Escritora, esté usted donde esté, espero que se encuentre bien de salud y de espiritu, y sepa usted que se la echa de menos, aunque no haya comentado nada desde hace mucho tiempo, pero siempre miro. Ojala pueda usted volver a hacerse cargo de esta casa y publicar sus breves pero entrañables relatos e historias. Lo deseo con ganas. Cuidese mucho
ResponderEliminarGracias Salayero por seguir mirando aunque no encuentre nadie en casa. Han sido tiempos extraños para mí. El pasado lunes falleció mamá. Me propongo retomar mi labor literaria, y espero honrar su fidelidad con algún texto que le plazca y si es posible, lo acompañe.
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