domingo, 9 de abril de 2023

Un gato en el regazo






    A quien no le haya sido concedido el privilegio de tener y mantener a un gato en su regazo, a ese,  no se le podrá convencer de lo que se ha perdido. Tampoco de lo que podría ganar. Hay bastante escrito sobre los beneficios de acariciar a un gato, tanto o más como hay sobre tener un perro. Unos y otros se corresponden con la verdad. Doy fe. 
    
Aquí me referiré a los gatos porque tengo más experiencias con ellos. Los gatos tienen un cuerpo que se adapta con fidelidad al nuestro, como una manta que se repliega sobre los huecos y los disuelve, llenándolos de una continuidad en la que a veces cuesta distinguir dónde termina una naturaleza y empieza la otra. Eres una entidad con ellos. Sabes que están ahí por querencia propia, y que cuando lo decida, de igual modo se irá. 

Antes te dejará latente el regalo de su belleza, porque sí; y la suavidad de su tacto, su mirada abisal y el ronroneo terapéutico. Te dejará algo de su paz, y un poco de su misterio. Los gatos son un enigma viviente. Pero un enigma que no hace daño, que dispara la mente hacia su creatividad. Aprenderás de su soberanía, de su elegancia. Te dejará un poco más feliz de lo que estabas antes de esa comunión, de haberlo tenido sobre ti, habiéndote emborrachado de esa sencilla dignidad que respira cada uno de sus movimientos. 

Si no has rozado esa fascinación, créeme que te estás perdiendo una experiencia sanadora.  
    

    
Foto y vídeo: Menganita, de M.L.










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