domingo, 19 de marzo de 2023

Treinta y cuatro años

Juan Antonio López del Amor, mi padre. 

 

    Treinta y cuatro años tenías, papá, treinta y cuatro. Me dijiste: «Hija, dame un beso». Y luego de forma casi inaudible añadiste: «Ya no te volveré a ver».  Yo tenía ocho años y acababa de hacer la Primera Comunión. Mi hermano no había cumplido su primer año de vida. 

    Te sacaron arrastrando los pies, colgado de los hombros de tus dos hermanos, y te subieron en un coche con destino al hospital. Yo contemplé la escena bajo la vid del patio, y esa es la última imagen que tengo de ti. Luego en el hospital cuatro operaciones de cabeza en once días. Eran otros tiempos. No podías sobrevivir a aquello, era imposible. 

    Tú dejaste de habitar nuestros días y nuestros días nos abandonaron al desastre. A todos, papá. A todos. Y aquí me tienes, cincuenta y siete años después, habiendo errado, luchado y sobrevivido. Sobrevivido incluso a mi hermano pequeño, tu hijo, el de la tristísima historia de la que no supiste tú y que padecimos todos; sobremanera mamá, desmesuradamente él. Contigo vivo todo habría sido  distinto... Me gustaría creer que mamá ya es feliz contigo, que Antonio está con vosotros. Que los tres me miráis desde vuestra dicha y que veláis por mí. No tengo ese consuelo. No creo en los más allá. 

    Hoy escucho un piano en alguna emisora de radio, el canto de las aves del jardín a través de la ventana de mi estudio. El sol invade la mesa de mi escritorio. Poco a poco va tomando posesión de mis cuadernos y libros. Aporta calidez a mis recuerdos dolientes, luz en la tranquilidad del ahora. 

    ¡Cómo habría querido que te equivocaras, papá! Que aquél no hubiera sido nuestro último día. Que la sombra de la vid del patio no me hubiera cobijado en aquella hora en que presencié cómo tu vida se apagaba y mi destino era sentenciado. Cómo me habría gustado ir a verte hoy, depositar un beso en tu mejilla y reflejarme en el verde limpio de tus ojos, para decirte que te equivocaste, que aquel febrero regresaste a casa, y que nunca desde entonces he dejado de quererte más y más. 


Mariaje López 

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