Hoy nos hemos encontrado después de tantos años, y la vergüenza no te dejaba mirarme a los ojos. Tu derrota prolongada me hablaba sollozante, alegaba no encontrar ni un buen recuerdo de ti en tu memoria.
Pero yo me he enfrentado a tu derrota, tu enemiga íntima, y le he jurado que yo sí recordaba cosas buenas de ti.
Y he sido testigo de tu lucha para levantar los ojos hacia los míos, ahogados en la tristeza infinita de tu soledad.
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