jueves, 6 de febrero de 2025

Entrevista en Nueva Revolución, por Angelo Nero


Mariaje López: “Para las mujeres una victoria no significa haber ganado; significa que hay que seguir luchando para que esa victoria se mantenga”

Al tomar conciencia de la magnitud de semejante catástrofe moral, de las decenas de miles de niñas y jóvenes que habían pasado por lo mismo que yo y aún peores cosas, encontré un motivo ineludible para contarlo.

Por Angelo Nero | 6/02/2025

Trabajábamos a destajo, ensobrando cromos de futbolistas y ciudades de plástico, elementos que irían a parar a manos de otros niños, que completarían con ellos álbumes de fútbol y mapas de España. En realidad, no sabíamos casi nada de lo que pasaba fuera. El nuestro era un mundo aparte, raquítico y atormentado. Un mundo supersticioso del que nos decían que Dios era la Luz, y en el que nuestra propia luz era sofocada a diario.

Pasábamos frío en el claustro. Acumular sabañones en manos y pies, tener los dedos inflamados y llenos de pupas, era lo más corriente. Nos ardían de pura comezón y nos rascábamos sin querer, porque dolía. La culpa era del frío tenaz, de enjabonar los suelos sin guantes y meter una y otra vez las manos en el agua helada. Te acostumbras a vivir con ellos, y a no poder cerrar del todo las manos, so pena de que se reabriesen las grietas y sangraran.”

Este fragmento, elegido casi al azar, es parte de “Por Caridad”, una de esas lecturas dolorosas y necesarias, fruto de la experiencia vivida en su propia piel por la escritora Mariaje López, que entre los ocho y los trece años estuvo internada en un orfanato dependiente del Patronato de Protección a la Mujer. Por esas grietas de la memoria, sangran las palabras de Mariaje, recordando cada una de las humillaciones infringidas por las Oblatas del Santísimo Redentor, sus carceleras, que reprimían cualquier conato de rebelión, y sometían a las internas a largas jornadas de trabajo esclavo, con un mínimo tiempo para el estudio, y sufriendo también hambre, frío y, sobre todo, falta de cariño.

Mariaje, he leído en algún lado que has tardado varias décadas en decidirte a escribir este libro, ¿nace fruto de la necesidad de poner sobre el papel tu propia experiencia o de contribuir a darle visibilidad a una realidad, la de los orfanatos y reformatorios franquistas, que todavía es desconocida para una gran parte de nuestra sociedad?

Escribí Por Caridad cumplidos los cincuenta. Quise contarlo desde los trece, pero pasaban los años, y cada vez que lo intentaba, se me abrían las carnes. Después, cuando pude integrarlo todo y contarlo con serenidad, lo escribí en un mes. Tenía que ponerlo negro sobre blanco, aunque solo fuera por mí y mi hija. Porque yo, hasta que no empecé a escribir la novela, creía que eso solo había pasado en mi centro. Entonces, buscando documentos sobre el derruido Palacio de Eugenia de Montijo, vecino de la también demolida cárcel de Carabanchel en Madrid, me encontré con todo el pastel, que había sacado a la luz una tal Consuelo García del Cid Guerra en un libro documental titulado Desterradas hijas de Eva. Al tomar conciencia de la magnitud de semejante catástrofe moral, de las decenas de miles de niñas y jóvenes que habían pasado por lo mismo que yo y aún peores cosas, encontré un motivo ineludible para contarlo. Por ellas, mis hermanas, y por Caridad, mi alter ego en la novela. Por eso el juego de palabras con el título, en un sentido irónico por un lado, y por el otro como alusión a la protagonista, por eso Caridad va con mayúscula.

Además de bucear en tus propios recuerdos, también te has documentado para reconstruir esta memoria que, según dices en el prólogo, “lo verídico supera el 80%, y el otro 20% no lo llamaría estrictamente ficción, sino aquella parte de la realidad de la que tengo conocimiento a pesar de no haber sido testigo directo”. ¿Qué fuentes recomendarías a los lectores de “Por Caridad” que quieran seguir interesándose por este tema?

Por fortuna ya hay bastante, no sé si suficiente todavía, pero es que hasta hace poco más de una decena de años no había prácticamente nada. La primera fuente son los libros de Consuelo García del Cid, sobre todo Desterradas hijas de Eva y Ruega por nosotras. También está la tesis doctoral de Carmen Guillén Lorente: El Patronato de Protección a la Mujer: Prostitución, Moralidad e Intervención Estatal durante el Franquismo. Luego hay documentales, entre ellos, Los internados del miedo, de la televisión catalana, y uno de los últimos, el de Jon Sistiaga en el programa Otro enfoque, de Cuatro TV, con el título Descarriadas, que se puede encontrar en la web. 

Empezó a atenazarme una horripilante duda, ¿Y si resultaba que el cielo estaba lleno de monjas?”, leemos en un pasaje del libro, y es que realmente no era un horizonte muy prometedor un cielo en el que estuvieran aquellas religiosas que te obligaban a fregar, a rezar y a obedecer sin rechistar. ¿Crees que la iglesia, como responsable de la gestión de los centros del Patronato, debería pedir perdón a las decenas de miles de niñas y adolescentes a las que hizo pasar por un verdadero infierno?

Debería, debe… y debió. Porque pedir perdón cuando ya te han dejado al descubierto, tiene menos valor, pero esperar que la iglesia pida perdón por sus pecados concretos… y además que lo haga por pura convicción y sincero arrepentimiento, mientras exista la posibilidad de mantenerlo en secreto, eso, es ciencia ficción. He de decir no obstante que las supervivientes, con Consuelo García del Cid a la cabeza, estamos en conversaciones con la CONFER, (Confederación de órdenes religiosas de España) para conseguir que se pida ese perdón debido, público y con rueda de prensa, en una ceremonia significativa. Veremos… porque ya nos parece que están yendo demasiado lentos. 

Si la iglesia no pide perdón, la Memoria Democrática gestionada por un gobierno que se presupone de izquierdas, tampoco os tiene en cuenta. ¿Esperabas un poco más de la democracia, que cuando avanzase os tuviese en cuenta?

El Patronato sobrevivió a Franco, y se mantuvo durante la democracia hasta 1985. No nos tuvieron en cuenta hasta entonces… ni después. Aunque he de decir que a finales de enero la ministra de igualdad Ana Redondo sí que recibió personalmente a Consuelo, junto a otras investigadoras, y se mostró muy interesada en profundizar en el tema y darlo a conocer. Repito: veremos.

Foto de la Comunión de Mariaje López, poco después la ingresarían en las Oblatas


A ti te internan en el orfanato tras la muerte de tu padre, y tras el maltrato sostenido de tu abuela. ¿Tú te reconciliaste con tu madre, después de que te internaran o esto marcó vuestra relación para siempre?

Yo acabé perdonándola, porque con el tiempo me hice más consciente de su situación y comprendí que ella también había sido engañada. Al final mi madre me salvó de que me cambiasen del orfanato a un reformatorio muy lejos de casa. Lo que es indudable es que aquellos años de encierro y torturas físicas y morales contaminaron nuestra relación para siempre. Se levantó un muro de incomunicación que antes no existía y eso nos impidió seguir con la relación normal entre madre e hija, con las derivadas que semejante hándicap conlleva. 

Los centros de Patronato de Protección a la Mujer eran lugares de castigo y de mano de obra gratuita”, afirma Consuelo García del Cid en sus entrevistas. ¿Cómo erais castigadas estas menores a las que el estado decía proteger, y en qué consistía ese trabajo esclavo en el centro en el que estuviste? Por otra parte, ¿había alguna intención de educar a las niñas que estaban bajo la tutela del Patronato?

Respondiendo a lo último en primer lugar, aunque aseguraban que sí, que nos daban estudios, lo cierto es que solo recibíamos dos o tres horas de clase al día. La intención no era formarnos, sino formatearnos a la medida del régimen y del ultra catolicismo asociado a él, amén de despojarnos de toda autoestima y convencernos de que nuestra presencia en este mundo solo se justificaba en la esclavitud social y parental, y en especial la conyugal. En cuanto a los trabajos que desarrollábamos para la calle, estaban el taller de alfombras, el de las máquinas de tricotar, ensobrar cromos, provincias de plástico para completar mapas de España, rieles de persianas, etiquetas para las maletas de Iberia… aparte de limpiar todo el palacio. Como las tuberías estaban muy mal, los váteres siempre estaban atrancados y las Oblatas de Carabanchel nos obligaban a desatrancarlos con las manos desnudas. Los castigos he podido comprobar que eran parecidos en todos los centros: golpes, insultos, horas de rodillas, lamer el suelo haciendo cruces en él con la lengua, pasear con las sábanas mojadas en la cabeza a las que se hacían pis en la cama, y restregarles ortigas en la vulva si no se “enmendaban”. Dormíamos en dormitorios de treinta camas fríos y sin agua corriente en el palacio, en colchones de lana o virutas de corcho. 

El Patronato está asociado al franquismo, sin embargo, esta institución pervivió hasta diez años después del fin de la dictadura, ¿era este un síntoma de que para las mujeres, los cambios democráticos, siempre tardan un poco más?

Como te respondía en una anterior pregunta, el Patronato perduró hasta 1985. Por supuesto que para las mujeres los cambios y el progreso siempre llegan más tarde, y no solo eso, es que para las mujeres una victoria no significa haber ganado; significa que hay que seguir luchando para que esa victoria se mantenga. Porque lo conquistado con muchos años de sufrimiento y pérdidas, se revierte de un plumazo. 

¿La ocultación durante muchos años de lo que sucedió en el Patronato, es otra de las muestras de la invisibilización de la represión franquista sobre las mujeres?

La pregunta está tan bien formulada que ya contiene en sí la respuesta. Solo procede asentir. 

Por último, ¿qué opinas sobre el tratamiento que el cine le ha dado al Patronato con películas como “Alumbramiento” o “Si todas las puertas se cierran”?

Alumbramiento es directamente una traición a las supervivientes. Su valor cinematográfico, en mi opinión, deja bastante que desear. Acaba la película y sigues sin saber apenas nada de los personajes, y otros aspectos que ahora no recuerdo, por haberla visto una vez y hace meses. Pero es que además edulcora las situaciones, los escenarios y los protocolos, y hasta blanquea a las monjas. Muchas supervivientes lloraron de rabia, porque le habían dado sus testimonios al director y se sintieron traicionadas y utilizadas. En cuanto a la hagiografía, porque es lo que es Si todas las puertas se cierran, es claramente una cinta de propaganda y auto blanqueo de la congregación Oblatas, una película financiada por ellas mismas, dato que se puede comprobar. Recuerda a las películas de santos del franquismo, y obvia la historia oculta de su fundadora, Antonia María de Oviedo, cuyo sadismo exhibe con total naturalidad en alguna de las cartas que escribió al Padre Serra, como aquella en la que se vanagloria de que las jóvenes en custodia se humillaran a sí mismas y fueran humilladas por sus compañeras (por supuesto aleccionadas convenientemente) de formas que ni en carne de un desdichado perro se podrían celebrar. Hemos de decir que el director del film, alegó en conversación con Consuelo García del Cid, desconocer la historia real de la congregación de las Oblatas en particular, y del Patronato en general.







 


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