La casa espera tu llegada, y se conmueve de forma imperceptible cuando la llave gira en la cerradura. Agitaría la cola si la tuviera, como un perrillo, igual de feliz por tu regreso. ¿Nunca lo has pensado?
Ya te haya esperado años, meses, semanas, o solo un día; estuvo callada pendiente de tu regreso, triste, en penumbra. Apagada pero no muerta: ella guarda celosamente tus recuerdos. La vida que apuráis juntos cada día.
Tú respiras su abrazo y ella respira tu esencia, para impregnarse hasta el último resquicio, para que la reconozcas como una parte de ti. Ansía tu cuidado, que ilumines sus rincones, que perfumes sus estancias, que la llenes de luz. Y si es preciso llorará contigo, se tornará lenta y pesada para acompañar tus sombras, te susurrará para consolarte y te animará a abrir las ventanas para que entre la luz. Quiere que tu voz resuene feliz entre sus paredes, que tus miradas la acaricien. Está sedienta de tu amor tanto como necesita dártelo.
Espera que no pienses en ella como en una sustancia pasiva, sin vida. Vive en ti como tú vives en ella; es el refugio de tu soledad y abrigo para tu compañía. Y cuando os tengáis que separar, si la historia de amor fue sincera, su alma viajará contigo hasta donde quieras llevarla.
Mariaje López
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