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Vista de un jardín, de Johan Krouthén |
El doctor Ernst Boman apareció en la puerta del jardín vestido elegantemente. Se quedó allí inmóvil, con el sombrero en una mano y el bastón en la otra, contemplando la idílica escena que en otros tiempos no muy lejanos y en plena batalla, compuso su fantasía para ayudarle a sobrellevar su angustia, y que ahora se materializaba en el fondo de aquel pequeño reducto creado para el descanso.
La pequeña Gudrum, sentada en el césped entre arriates floridos, perseguía absorta a los pequeños seres que poblaban aquel universo verde, supervisada por su madre, la joven señora Boman, de nombre Mechtild, que de cuando en cuando levantaba la vista del poemario que esa misma mañana le regalara su esposo. A la caída del sol, irían dando un corto paseo por el bulevar central, donde estaba el restaurante en el que el doctor había reservado una mesa para celebrar el vigésimo séptimo cumpleaños de su esposa.