sábado, 20 de abril de 2024

Extracto de EL MUNDO DE LA LÍNEA INFINITA: Menganita (1)

 


MENGANITA, ilustración de Marta Virseda García


    La gata sin nombre se despereza lenta, abre la boca cuanto le dan de sí las comisuras y enseña la rasposa lengua y las encías melladas. Entona los músculos de su cuerpo flaco tensando las extremidades y arqueando la espalda como un taiko-bashi, ese puente de jardín japonés que evoca el tránsito de la vida terrena a la celestial. Luego se proyecta hacia atrás extendiendo las patas delanteras por turnos, tomándose su tiempo, para recuperar a continuación la posición erguida. Concluye el ritual de estiramientos con otro largo bostezo que delata sin reservas la ausencia de varias muelas y los dos colmillos izquierdos, arriba y abajo. Dicho vacío imprime a su boca un rictus algo torcido, como si estuviera siempre al borde de un estornudo. Incluso con este defecto se trata de animal bello. Una gata muy bonita, a decir verdad. Pero claro, de esto último ella no tiene ni la más remota idea. 

Observa el mundo desde sus ojos verdes, engarzados como esmeraldas en la carita graciosa. Posee una mirada dulce e interrogante, mirada que a su vez atesora respuestas nunca entregadas. Es quizá una forma de mirar extraña para un gato callejero, que siempre ha de mirar alerta como salvaguarda.  Su faz reluce con el pelo estriado, una franja de arcilla rodeando los párpados y lechoso desde la nariz al pecho. Las bandas más oscuras se pierden en su trayecto hacia el lomo para difuminarse en un batiburrillo tricolor, y regresan a su intensidad cerca de las patas, hasta que alcanza la cola donde se hace anillos cada vez más pequeños. Una cola por cierto, que casi siempre enarbola como un mástil sin bandera. Es un rasgo de la dicha que siente por estar viva. En la punta de su oreja derecha tiene un picotazo, un pequeño corte en uve; la marca de una gata callejera que ha sido esterilizada quién sabe cuándo. 

A la gata sin nombre ninguna de estas tachas le importan, ya que no es consciente de su propio aspecto. Es muy cuidadosa en cambio con el aseo, tarea en la que se empeña con asiduidad. Cuando se la observa con benevolencia no queda más remedio, si se es honesto, que admirar el donaire de su vagabunda elegancia y sentirse conquistado por el encanto que destilan sus ojos. 


Mariaje López (El mundo de la línea infinita) Ilustraciones de Marta Virseda García.  M.A.R. Editor. 

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