Ilustración de Marta Virseda García |
El sol avanza en un cielo sin nubes. Nada se detiene jamás. La línea infinita escribe y escribe, dibuja y dibuja, y pinta, y salta, y brinca y baila, y vuelve a escribir historias sin palabras como solo ella tiene potestad de hacerlo.
Ha escrito que el pájaro y el árbol seguirán allí mucho, mucho tiempo aún, compartiendo su dicha con Menganita, disfrutando de las estaciones, ahondando en su amistad fecunda, sellando su hermandad. Y al final de sus respectivos ciclos en el plano de lo visible, se reunirán de nuevo en el otro plano inabarcable donde impera una realidad: que todo el universo es una sola cosa, manifestada en formas incontables desde lo más grande hasta lo más pequeño, desde lo máximo a lo ínfimo en transformación perpetua, engarzado en una misma línea que conecta todo en el universo, porque es ella el universo mismo. Allí donde nos reuniremos todos con el árbol, el pájaro, la gata que ya tiene nombre, y una maravillosa anciana que antes fue la niña de la que se enamoró el pájaro que descendía de un ángel. En el mundo de la línea infinita.
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