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Imagen: Mariaje López, Ketxu. Archivo personal. |
Dice una amiga muy querida que nosotras dos ya tenemos más pasado que futuro. Y nadie puede discutírselo, por simple matemática.
Cuando vuelvo atrás la mirada, hacia la suma de los días y sus entramados, la sensación es, a mi humilde escala, abrumadora. A veces me pregunto qué ha pesado más en la balanza, si el dolor o la dicha. Posiblemente en un vistazo rápido haya sido lo primero, y no obstante lo que pesa más en mi balanza sentimental es lo segundo. Si pudo marcarme el dolor, más me ha marcado la dicha, o mi fe en el poderío de su naturaleza.
Esta inclinación, lo sé, se la debo a mis primeros siete años de vida. Todo mi ser se inclina hacia ellos para beber de su manantial. Gracias a aquellos años siempre he sabido, y hoy sé, que la felicidad es posible. No a tiempo completo ni de manera absoluta, pero es posible. Y esa fe confirmada en certeza es la que acude al rescate cuando la invoco. En ella se asienta mi sencilla verdad, la más firme e intocable, lo que más amo de mí.
Y por ello siento que mientras voy sumando pasado y descontando futuro, voy regresando a esa desnudez de afanes que lo complican todo. Y que deseo quedarme en aquella —esta— simplicidad libre de vanos artificios donde mi corazón canta.
Mariaje López
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