La anciana permanece tranquila en su cama de hospital, salvo cuando entran a asearla. Entonces la poseen sentimientos de ira y frustración, ya que detesta que otras personas se ocupen de su higiene íntima. Cuando los auxiliares entran en la habitación ya saben lo que les espera: una retahíla de insultos elegidos con eficacia —es decir, que cumplirán cabalmente con su finalidad suprema—, encaramados en un falsete extremo capaz de lacerar los tímpanos.
Concluida la tarea de limpieza, ella se queda maldiciendo, llamando a la madre muerta, hasta que su hija puede entrar en el cuarto sabiendo que ni razonamientos ni súplicas la aplacarán. Sabe también que si la madre no calla, acabarán administrándole un tranquilizante. Y le canta en voz baja canciones infantiles de su época, y tonadillas o coplas que ella le escuchaba cantar cuando era pequeña. Poco a poco la anciana se aquieta, tararea con desmayo algunas sílabas, entorna los ojos, se adormece. La música ha sustituido a la química haciendo revivir el mejor pasado.
Mariaje López © Tu escritora personal por Mariaje López se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial.
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La música amansa a las fieras. Es verdad distrae y relaja a cualquiera, sumergiéndole en un placentero momento que te hace olvidar la rabia. Como el vino con las penas. Un placer leerlo López
ResponderEliminarLa música, ya lo sabe, es poderosa. Gracias por comentar.
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