Sirens Bathing on the Sea Shore, de Georg Janny |
En la garganta de nuestras playas las mareas se estancan; dejan que su cristal se amanse, ajeno a las propiedades físicas del océano. Las paredes argénteas se alzan protectoras, beatíficas e inaccesibles, y el sol en retirada baña con oro las que su aliento alcanza, mientras las demás se resisten en la sombra acuosa, ásperas y engalanadas de guirnaldas y de pájaros.
Aquí venimos cada tarde a despedir el día con los hijos del mar, donde antes que nosotros chapotearon las sirenas, en el frescor transparente de las aguas de jade, entonando canciones de arena sumergida y de corrientes fugaces. Ellas nos encontraron sobre los restos del naufragio, y nos trajeron aquí, a su mundo secreto vedado a los demás humanos.
Salvaron nuestras vidas entonces, al precio de no volver jamás con los de nuestra especie. No fue una desventaja en absoluto; viajábamos como esclavas de los hombres y ahora somos libres y dichosas. Hasta hace poco nada añorábamos, pues todo lo que aquí obtuvimos colmó nuestras necesidades.
Aprendimos a existir con otro paradigma, nuestro pensamiento se elevó hasta habitar las cumbres de basalto, hasta sobrepasar el vuelo de las aves. Un nuevo entendimiento nos conectó con las profundidades, y comprendimos con infinito asombro que la Tierra no es un solo mundo sino tres en uno: el de la superficie, el aéreo y el acuático. Tres mundos conectados y tan divergentes como planetas alejados trillones de años luz.
Y no obstante, a pesar de tanta maravilla, de tan inmensa grandeza, nuestra mente no deja de ser humana. Así, con la felicidad en sazón, aún se siente insatisfecha a ratos. Comparado con el hallazgo de este paraíso, es tan poco a lo que renunciamos... tan mísero nuestro anterior estado, y aún el presente, que tanta sabiduría adquirida no llega para comprender la razón de nuestra melancolía. Nos preguntamos si seremos tan necias como para renunciar a todo. Tan ingratas como para romper nuestra promesa de no regresar nunca. Y aunque pudiéramos regresar, ¿adónde iríamos y para qué? Probablemente para lamentarnos por el edén perdido y arrepentirnos de nuestra insensatez el resto de nuestras vidas.
Dicen las sirenas que los humanos son hijos de la contradicción, y que por eso destruyen todo lo que aman. Aun su propia felicidad.
Pintura: Sirens
Bathing on the Sea Shore, de Georg Janny
Mariaje López ©
Tu escritora personal por Mariaje López se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial.
Sabio Adagio Sirenero al final, si se me permite la expresión. Muy agradable relato, que en pocas frases esboza toda la filosofia de esos preciosos y misteriosos seres
ResponderEliminarLa culpa la tuvo la pintura, que me atrapó entre las rocas y me invitó a soñar. Gracias por disfrutarlo conmigo.
Eliminar