Sí, me equivoqué muchas veces. Cuando me sobreviene el recuerdo, duele. Sobre todo si en esa equivocación alguien resultó dañado. Eso hiere de verdad, en lo profundo. Luego, procuro sobreponerme, porque sé que demorarme en ese dolor, instalarlo en el momento que vivo, es seguir equivocándome.
Quiero saber dónde he errado, y darle su tiempo al dolor y la memoria para enmendar nuevos pasos, aun cuando el daño causado no tenga vuelta. Quiero tener clara conciencia de todo, con la sencillez que aparta de la soberbia del látigo. No es fustigarme lo que busco, eso es vanidad herida. Busco reconocerme en el espejo de la compasión total.
Compasión por aquellos a quienes pude herir, y por la ceguera que me llevó por el camino equivocado. Esa será siempre mi penitencia, y en esta nitidez de juicio veo clara la locura de malgastar las flores del presente, pues su aroma y su belleza es todo lo que poseo, y no durarán siempre.
Mariaje López
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