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Imagen: CNN |
Margarito no mide más de un palmo y tiene roída la punta de la oreja izquierda. Su cuerpo de color vainilla es de goma semidura, gruesa, más en las patas que en el lomo, sobre el que lleva unas alforjas de color púrpura.
La pequeña Ketxu nunca lo tiene muy lejos, es su compañero de juegos desde que ella empezó a corretear a solas por el patio enlosado. Margarito en la mesa, entre las macetas, en el alféizar, bajo las sábanas o sobre la almohada, pocas veces en el baúl, mezclado con el resto de juguetes, casi siempre en manos de la niña, vigilado y vigilante. Otros juguetes se rompían, más pronto que tarde, mientras por Margarito pasaban los años sin dejarle más huella que una pátina satinada en la superficie.