Foto: MiPaco |
"Esa noche Maica tampoco pudo conciliar el sueño, pensando en las llamadas que tendría que hacer por la mañana para notificar un imprevisto y necesario viaje sin causar por ello demasiada alarma. Esquivó a los curiosos prometiéndoles contar todo a la vuelta, y utilizó la excusa de las prisas, por suerte, un argumento socialmente protegido, y por tanto, inapelable.
El día señalado acudió a la plaza de las Bernardas y se sentó cerca de la puerta de la iglesia. Era la hora de la siesta y el calor apretaba, pero corría el aire y a la sombra se estaba bien. A las cuatro y cuarto se presentó un hombre con barba, bien parecido y de mediana edad. Llevaba puesto un sombrero de color naranja.
―Merilio, supongo. ―Él sonrió. ―Supones bien.
―Yo soy Maica.
―Será un placer acompañarte.
―Espero que no cambies de opinión. ―Rio―. Soy bastante insoportable.
―Eso tiene arreglo. ¿Estás decidida?
―Tengo poco que perder y mucho que ganar.
Tomaron el callejón de San Bernardo, en el que se cruzaron con dos viandantes que tildaron al caballero de estrambótico. Y aun de haber sabido quién era, no habrían cambiado de opinión.
Dos minutos después, una mujer y el Amor desaparecieron bajo el Arco de San Bernardo sin dejar rastro. Nadie lo advirtió.".
Beatricia (Mariaje López) M.A.R. Editor
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